Experiencias

Valderejo. Ecoturismo Accesible

29/12/2019 Autor: Manuel Sobrino
  • Observar aves
  • Paisajes
  • Turismo accesible
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Situación

Álava

Accesos

Desde Vitoria y San Sebastián por la N-1 hasta Nanclares de la Oca. Tomar dirección Pobes, Salinas de Añana y Espejo hasta Villanueva de Valdegovía. En San Millán de San Zodornil, se puede ir hacia Lalastra, donde se encuentra la Casa del Parque, el área recreativa y el aparcamiento.

 

Desde Bilbao, por la N-625, por el puerto de Orduña y la A-2622, hasta Villanueva de Valdegovía y San Zadornil.

Highlights

Lalastra, buitreras, ermita de San Lorenzo, vistas panorámicas, etc…

Cuando

En primavera-verano existe la oportunidad de ver una de las rapaces más emblemáticas del Parque, ―con permiso del buitre leonado― el alimoche, lo que, unido a un mejor clima, hacen de esta época del año la más aconsejable para conocer el entorno y disfrutar de las impresionantes vistas.

Consejos

Llevar ropa de abrigo. No olvidar que el Parque Natural alcanza una altitud media sobre el nivel del mar de 913 m.

 

Equiparse de unos buenos prismáticos. Uno de los mayores atractivos de Valderejo reside en su extraordinaria riqueza ornitológica.

 

En Lalastra, el núcleo de población más importante, existen numerosos bares y restaurantes donde degustar la gastronomía típica.

 

Si se opta realizar la ruta por Vallegrull, otra de las sendas del parque, recordar que el tramo comprendido entre Portillo la Sierra hasta Lerón permanece cerrado durante la época de cría de aves rupícolas (del 1 de enero al 15 de agosto).

Desde el mismo momento que puse la primera rueda en Euskadi, advertí la necesidad de mejorar la accesibilidad de sus espacios naturales protegidos. No se trata tanto de adaptar, concepto muchas veces mal entendido y pernicioso con el entorno, si no de proporcionar las herramientas que consigan hacer realidad aquello de la “accesibilidad universal”, el derecho de todas las personas a disfrutar del medio ambiente. La abrupta orografía de Euskal Herria, “el país de las montañas”, hace difícil llevar a cabo actuaciones de adecuación de pistas y senderos. Pero, como veremos a continuación, existen alternativas a la construcción de nuevas infraestructuras o a las intervenciones sobre el entorno.

 

Lo que nunca podía haber imaginado cuando pisé por primera vez suelo vasco, es que iba a ser capaz de transitar (casi) por cualquier terreno; que iba a poder coronar algunas de sus cimas; en definitiva, que iba a adentrarme en el seno de Amalurra desde una perspectiva distinta… El milagro ha sido posible gracias a Gurpiltrek, la sección de montaña del club deportivo KEMEN, un puñado de jóvenes entusiastas que desde 2016 decidió compartir su pasión por estos paisajes con aquellos que más lo necesitan.

La seguridad es el elemento más importante en este tipo de salidas.

Su filosofía, su manera de entender la vida, es clara y maravillosa. Caminar juntos con el sentido común como guía y la absoluta convicción de que la naturaleza debe estar al alcance de todos. “No como algo excepcional ―aclaran― sino como algo natural para disfrutar como algo excepcional”. Se trata sobre todo de compartir experiencias, siempre desde el respeto y sin descuidar un aspecto vital: la seguridad. Pero existe un elemento todavía más importante, el eje en torno al cual se sostiene este proyecto solidario: la “Joëlette”, una silla monorueda diseñada para la práctica de senderismo en cualquier tipo de terreno, incluso en los más accidentados.

Yo ya había probado previamente esta ―relativamente― nueva modalidad, pero la dificultad técnica que entraña rodar en montaña es algo a lo que nunca me había enfrentado. Por eso es imprescindible conocer cada ruta, cada obstáculo, cada desnivel del terreno a la perfección. Este es el procedimiento habitual antes de cada salida, realizar una vuelta de reconocimiento y analizar in situ el contexto. No se pueden permitir ni un paso en falso…

Saliendo del pueblo de Lalastra, punto de partida de todas las rutas.

El Parque Natural de Valderejo, situado al oeste de la provincia de Álava, planteaba un nuevo y estimulante desafío para Juanjo, Íñigo y Urko, los chicos de Gurpiltrek. También para mí, ávido de conocer este pequeño pero atractivo paraje de apenas 3.500 hectáreas, el más modesto de los parques alaveses. Me acompañaba Leire, mi chica, y nuestros amigos Maite e Iñaki, compañeros de vida y montaña… A todos nos une la pasión por la naturaleza, y juntos formamos un magnífico equipo.

Partimos en esta aventura desde el pueblo de Lalastra, cerca de la Casa del Parque o Parketxea, un bonito edificio perfectamente accesible y con todo tipo de información sobre itinerarios, actividades y servicios a disposición del visitante. Rodamos en dirección norte, atravesando una carretera asfaltada muy cómoda para la Joëlette. No faltan en estos primeros metros las risas y el buen ambiente, aderezadas con unas magníficas moras silvestres cortesía de la casa. Frutos de temporada para afrontar la dura jornada que nos espera.

Los desnudos escarpes de roca caliza rodean el valle de Valderejo.

Llegamos a Lahoz, uno de los pocos núcleos habitados en el interior del Parque Natural. Aquí la senda gira al este, pegada al arroyo Purón. El asfalto se acaba y da paso a una pista con pendiente ascendente pero suave. Nada más pasar Lahoz observamos a nuestra derecha la “presa de Los Alemanes”, construida en los años 70 para la perforación de un pozo de gas. Actualmente se utiliza para dar agua a la granja de la localidad. La ganadería ocupa un lugar destacado en Valderejo, y su huella se deja notar en el valle.

 

Avanzamos despacio, custodiados a nuestra derecha por las imponentes peñas, que tienen la dicha de albergar la mayor colonia de buitre leonado de todo Euskadi. Sobre nuestras cabezas, el coro de las chovas anima a la comitiva. Una observación detenida nos permite identificar ambas especies, la piquirroja, más común y ruidosa, y su cercano pariente, la piquigualda. Como una multitud de enfervorecidos hinchas en un campo de fútbol, nos empujan hacia adelante. Cualquier ayuda es bien recibida…

Surgen las primeras complicaciones. El desnivel va en aumento, y se hace necesaria la colaboración de todos para continuar. Pasamos sin detener la marcha junto a un par de charcas para anfibios construidas por la Diputación Foral de Álava. Frente a nosotros el portillo El Barrerón, mirador natural que marca el punto y final de una subida agotadora. Los últimos metros requieren el esfuerzo conjunto de todo el grupo. La respiración ahogada de mis compañeros evidencia la dureza del ascenso, pero su determinación vence finalmente al desaliento.

Inicio de la subida al portillo El Barrerón. Viendo lo que nos espera por delante…

Desde arriba, las impresionantes vistas invitan a la reflexión, al silencio. Un silencio casi obligado por la gesta que acabábamos de lograr. No fue fácil, pero la recompensa merecía la pena, y mucho. La recién estrenada estación de los colores pinta de ocres y amarillos las empinadas laderas boscosas. Son las primeras pinceladas de una obra que pronto alcanzará su máximo apogeo. Los trazos bien marcados definen cada uno de los pisos de vegetación compuestos por pinar silvestre, encinares y hayedos. Una clase magistral de botánica impartida por la mejor maestra, la naturaleza… Nos quedaríamos allí para siempre, pero había que seguir.

Las laderas aparecen cubiertas de pino silvestre, encinas y hayas.

En El Barrerón, giramos a la derecha para ganar altura y obtener una panorámica aún más amplia del medio que nos rodea. Uno no es consciente de la inmensidad de la zona hasta que se asoma al borde mismo de los vertiginosos acantilados calizos, paredes verticales que cercan el valle de Valderejo en su totalidad. Al fondo, el intrincado relieve de las sierras y macizos colindantes, contribuye a incrementar esa sensación. Es el marco perfecto para hacer unas fotografías de recuerdo.

Breve pausa en El Barrerón después de la dura subida para descansar y disfrutar de las vistas.

El paisaje se transforma radicalmente, dejando paso el bosque a una extensa alfombra verde que tapiza las altas cumbres. Volvemos sobre nuestros pasos y tomamos dirección sur atravesando un camino prácticamente llano ―y en ocasiones bastante pedregoso― que recorre la parte superior del collado. Así alcanzamos el Puerto de Coronas (1.121 m.), donde cogemos la pista de la derecha para continuar, siempre bordeando el cortado.

Inmortalizando una jornada inolvidable desde la cima del Parque Natural.
Las cumbres de Valderejo conforman una extensa planicie, muy cómoda para la Joëlette.

Tras dos kilómetros en los que tuve ocasión de probar la eficacia del sistema de amortiguación de Joëlette, llegamos a la Ermita de San Lorenzo, edificio religioso que se convierte en vértice visual para los visitantes del Parque Natural. Restaurada en 1994 respetando su estilo original, su privilegiada ubicación ofrece una de las panorámicas más espectaculares del valle de Valderejo.

Espectacular panorámica del valle de Valderejo desde la Ermita de San Lorenzo.

Esta circunstancia es aprovechada por muchos excursionistas para hacer un paréntesis en sus rutas y descansar a la sombra del templo. Nosotros hacemos lo propio, animados por las asombrosas acrobacias de una pareja de ratoneros comunes, mientras los buitres reclamaban protagonismo volando muy próximos al saliente de roca, dejándonos a todos boquiabiertos con su enorme envergadura.

Buitre leonado (Gyps fulvus) símbolo del Parque Natural de Valderejo.

Afrontamos el tramo final de nuestro recorrido. Desde la Ermita de San Lorenzo, iniciamos un complicado descenso en zigzag salvando una senda llena de piedras que se desprenden con  facilidad. Es el momento más delicado… En este tipo de situaciones, la coordinación entre los guías resulta indispensable para evitar cualquier contratiempo, y para ello es clave una buena comunicación. Pero Juanjo e Íñigo forman un tándem inseparable, mi confianza en ellos es total y absoluta. Ver trabajar a estos dos auténticos profesionales es una experiencia increíble.

Descenso desde la ermita, el tramo más complicado de la ruta.

Poco a poco la bajada se hace más llevadera y nos internamos en un abrigado pinar con sotobosque de enebro. Enseguida descubrimos las ruinas del despoblado de Villamardones, cuyos dos últimos habitantes abandonaron el pueblo a finales de la década de los cincuenta del siglo pasado. Destaca el precioso tejo que se yergue junto a la antigua iglesia. Imaginando como sería la vida por estos pagos, vamos dejando atrás los restos que todavía se resisten al olvido. La pista se ensancha y conduce de regreso al punto de inicio, Lalastra.

 

No quisiera finalizar este artículo sin antes compartir una reflexión: que iniciativas como la de Gurpiltrek by KEMEN se extienda al conjunto de los espacios protegidos de Euskadi, vedados en su mayoría a las personas con movilidad reducida. Que los itinerarios accesibles no se limiten a un área residual y poco representativa del paisaje. Caminemos de la mano para no dejar a nadie atrás. Hagamos el monte un lugar más accesible, inclusivo e igualitario.

Maqueta que representa las rapaces más emblemáticas en la Casa del Parque o Parketxea.

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