Intermareal Umia- O Grove
Uno de los humedales más importantes de la comunidad gallega, donde cerca de 13.000 aves de 220 especies diferentes invernan cada año y hacen las delicias del pintor de naturaleza, donde éste puede pintar en cualquiera de sus observatorios repartidos por toda la zona. Si se da el caso, como me ocurre a mí, podemos acomodarnos en cualquier rincón y dar rienda suelta a nuestros pinceles ya que este extenso humedal no defrauda nunca.
El Complejo Intermareal Umia – O Grove está declarado como zona de importancia internacional para las aves (Convenio Ramsar), Lugar de Interés Comunitario y Zona de Especial Protección para las Aves. En sus poco más de 7.300 hectáreas, alberga concentraciones importantes de especies como la Espátula (Platalea leucorodia), Ostrero euroasiático (Haematopus ostralegus), Ánade silbón (Anas penelope), Ánade rabudo (Anas acuta), Zarapito trinador (Numenius phaeopus) y Correlimos tridáctilo (Calidris alba).
Este humedal se encuentra entre las rías de Pontevedra y de Arosa, y en realidad está formado por tres humedales que son el propio intermareal flanqueado por la desembocadura del río Umia y la playa y las dunas de La Lanzada, la laguna Bodeira y Punta Carreirón, en la isla de Arosa. Para este reportaje me centraré en la zona del intermareal y la playa de la Lanzada, donde se concentra la mayor cantidad de aves, en su mayoría acuáticas y limícolas.
El humedal tiene varios accesos pero el principal, por así decirlo, es a través de la vía rápida do Salnés (AG 41) a la que se accede desde la autopista del Atlántico (AP9) que une Vigo con A Coruña. Esta vía rápida desemboca en la parte sur del istmo de la Lanzada, que une tierra firme con la península del Grove, donde también se encuentra la isla de la Toja. Desde Vigo, por ejemplo, en menos de una hora podemos estar pintando en este intermareal.
Si es la primera vez que visitáis la zona os recomiendo que hagáis una ruta para no perderos nada y que más o menos podáis ver y pintar de casi todo los que se puede observar allí.
Lo mejor que se puede hacer es, antes de nada, controlar bien las mareas. Es bueno que la marea se encuentre subiendo y que la pleamar sea plena al mediodía. Esto tiene una sencilla explicación, las aves durante la bajamar se encuentran demasiado lejos como para hacer nada con ellas, sin embargo, cuando la marea está subiendo va empujándolas hacia la orilla donde estaremos nosotros apostados esperando a que estén lo suficientemente cerca para pintarlas.
El recorrido habitual, el que yo hago normalmente, comienza en la playa de la Lanzada por la mañana temprano. Hay un aparcamiento enorme delante de la playa, en la zona central, donde podemos dejar nuestro vehículo. Hay una pasarela de madera que recorre la playa de norte a sur y que nos facilita bastante la labor de caminar y buscar qué pintar. En invierno, en las dunas que flanquean la playa es frecuentada por multitud de paseriformes pero lo que me gusta a mí de estas dunas es buscar los bandos de 50-100 individuos de Chorlito dorado, Pluvialis apricaria. Con un poco de suerte se pueden observar incluso con unos prismáticos. Hay bancos por todo el paseo que nos permiten estar más cómodos mientras pintamos y disfrutamos de nuestros amigos de la tundra.
La playa de Lanzada es una playa enorme, de gran belleza, en la que si madrugamos mucho -y cuando digo ésto me refiero a amanecer en la playa-, podemos sorprender gaviotas y limícolas muy interesantes que pasan la noche en sus arenales, tal es el caso del Gavión atlántico, y las gaviotas patiamarillas, sombrías y reidoras. También podemos ver bandos mixtos de chorlitejos descansando en la playa. Igualmente con un poco de suerte podemos observar a primeras horas de la mañana algún Colimbo grande acicalándose el plumaje entre las olas mientras calienta su cuerpo con los primeros rayos de luz.
Debo recalcar que la observación de aves en esta playa debe hacerse a primeras horas de la mañana por dos motivos, el primero de ellos es que se trata de una playa donde se desarrollan muchas actividades deportivas como el surf y mucha gente se acerca a pasear con lo que en pocas horas, sobre todo los fines de semana, se llena de gente. El segundo motivo es que en esta playa por la tarde tenemos el sol de frente y se hace bastante difícil ver las aves que se encuentran en el mar, como ocurre con los colimbos.
Siguiendo la pasarela de madera hacia el sur, llega un momento que abandona la playa seguiremos un camino que llega a la PO-308 y en este tramo debemos tener mucho cuidado con la carretera y el tráfico, bastante frecuente, ya que ahí desemboca la vía rápida. Seguimos ese tramo de carretera, unos 100 metros hasta una rotonda en la que giraremos dirección el Grove y la Toja por la PO-316.
Pasada la rotonda, en la misma PO-316, a unos 200 metros, tenemos a mano derecha un observatorio de aves de madera. La verdad es que está muy bien situado porque está a nivel del mar y cuando sube la marea y se acercan las aves podemos pintarlas y fotografiarlas a gusto, especialmente las anátidas. Se nos pondrán a tiro de piedra cientos de ánades silbones, rabudos, reales, cucharas, garzas reales, garcetas comunes, limícolas que se quedarán un buen rato hasta que el nivel del agua sea insoportable para ellas y abandonen la zona.
Debo decir que estos observatorios no son cómodos ni mucho menos, es más, sentarse y pintar en ellos es bastante complejo porque la repisa donde apoyamos los bártulos de pintura es bastante estrecha y elevada con lo que no es nada fácil pintar así. Si decidimos pintar de pie la oscuridad del interior del observatorio que funciona como nuestra aliada para ocultarnos de las aves, a los pintores nos hace la vida imposible ya que no se ve casi nada. Consejo: ponernos de rodillas en el banco y pintar como podamos en la repisa, sin que salga nada fuera de la ventana.
Un poco más adelante y siguiendo la misma carretera, la PO-316 dirección al Grove, a unos 200 metros hay otro observatorio, de los de estar de pie, si somos capaces de pintar así, perfecto. Yo personalmente prefiero no utilizar estos tres observatorios (hay un tercero más adelante, de los de modelo caseta) porque son incómodos y poco luminosos.
Para seguir disfrutando de este espacio natural y llenar nuestros cuadernos de campo de apuntes yo recomiendo volver al punto de partida, donde comienza la PO-550, en la rotonda del principio, en dirección Cambados. Una vez en este punto nos adentraremos en el pueblo pero sólo unos 100 metros, vamos a seguir la ruta denominada del Padre Sarmiento, concretamente nos vamos a incorporar a la 4ª etapa que va desde el extremo norte de la playa de la Lanzada hasta Cambados. Nosotros nos incorporamos a esta ruta en la entrada de A Revolta a unos 100 metros a la izquierda. Está señalizada y siempre va a transcurrir pegada al borde del mar. Nuestra intención es llegar a la zona de Rouxique, concretamente al observatorio que se encuentra pasando las fábricas de cerámicas.
Entre el punto de incorporación a la ruta y el observatorio de las cerámicas hay unos 4 kilómetros donde tendremos numerosas oportunidades de detenernos para pintar. No hay lugares especialmente indicados para pintar sino que cualquiera puede servirnos, no olvidemos que se trata de una zona de especial protección para las aves y aquí en cualquier momento podemos llevarnos una sorpresa. En ese recorrido hasta llegar a las lagunas artificiales de Rouxique podemos pintar a gusto gaviotas de varias especies como gaviones, sombrías, patiamarillas, reidoras y con alguna suerte, canas.
También podemos aprovechar que la marea empuja los cientos de inquietas limícolas que apuran hasta el último minuto de bajamar para alimentarse y están tan entretenidas en ello, que muchas veces no se percatan de nuestra presencia y podemos tomar apuntes. No es raro en la zona poder observar halcones peregrinos que se acercan al intermareal para capturar alguna limícola o algún pato despistado que le llene el estómago y le permita pasar la noche.
La zona de Rouxique es muy buena para observar y pintar (si se dejan) multitud de especies de paseriformes como tarabillas, bisbitas, fringílidos, etc. y en los campos encharcados podemos sorprender alguna agachadiza.
Una vez llegamos a las fábricas de cerámica (las reconoceréis por las largas chimeneas de ladrillo), debemos dirigirnos a la parte posterior de una de ellas, donde hay un pantalán metálico con numerosas embarcaciones de pesca atracadas.
Desde allí y viendo un poco hacia la derecha podemos ver el observatorio de madera. Para acceder a él debemos atravesar una pequeña zona de cascajo y vegetación de marisma con charcos dejados por la bajamar, así que mejor llevar botas de agua, más que nada por si a la vuelta ha subido la marea y no podemos pasar.
Para mí, este es uno de los mejores puntos de observación para pintar a gusto. Es verdad que el observatorio está destartalado y hecho una ruina pero ofrece un escondite perfecto para sentarnos y pintar apoyados en la repisa, que es un poco más ancha que la de los otros observatorios y al faltarle un trozo de techo es mucho más luminoso.
Si llegamos antes de que la pleamar esté en su punto álgido, digamos un par de horas antes, podemos ver cómo van llegando bando enormes de aves a la zona, ya que allí pasarán sus tres o cuatro horas de descanso. Como llovidos del cielo irán llegando cientos de correlimos comunes, zarapitos trinadores y reales, chorlitos grises, archibebes claros y comunes y por supuesto decenas de espátulas. Es momento de empezar a mover ese lápiz y a llenar el cuaderno de trazos de acuarela…