Arte

El Baixo Miño

27/04/2017 Autor: Jose Arcas
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El potencial pictórico de esta zona es enorme, esta comarca con una extensión que supera los 300 km2 está limitada por dos gigantes geográficos, el océano Atlántico por el oeste y el río Miño por el Este. En la unión de ambos se forma uno de los estuarios más importantes de Galicia, donde cientos de aves visitan cada año este espacio protegido.

Aunque quisiéramos, resultaría imposible describir todos los puntos de interés donde podríamos detenernos a pintar, sin embargo, sí destacamos algunos por su extrema belleza y porque en ellos vamos a darle mucho trabajo a nuestros pinceles.

Lo ideal es planificar una visita de una semana para que nos dé tiempo a pintar sin prisas y podamos disfrutar de todo el esplendor de esta comarca.

Tanto la oferta hotelera como la gastronómica es infinita, no olvidemos que estamos en una zona costera donde las cartas de los restaurantes están repletas de magníficos pescados y mariscos que deben ir acompañados sí o sí, de vinos de fama mundial.

Mi excursión artística comienza en el norte de la comarca, en Bayona, para ascender desde allí a la Serra da Groba.

Esta sierra se reparte entre tres ayuntamientos, Bayona, Oia y O Rosal y discurre de norte a sur. Se puede acceder por varios lugares pero yo lo hago desde Bayona, por la carretera EP-2202, que es más rápido y directo.

Vacas y caballos salvajes

Empiezo a ascender por la serpenteante carretera que cruza pinares y se va alternando con prados donde se nota la presencia de ganado libre de caballos y vacas. Mi objetivo, tomar algunos apuntes de este ganado salvaje que me parece de lo más interesante.

A medio camino entre Bayona y la cima de esta montaña, en un repecho, me llama la atención un enorme toro que tumbado en el suelo me mira desafiante. Paro el coche y ya desde dentro tomo algunas notas a lápiz, rápidas con el miedo constante de que se levante en cualquier momento y me deje con las ganas.

Prueba superada. Prosigo mi viaje. Imposible llegar a la cima, un grupo de caballos salvajes llaman mi atención, es primavera y tienen potros. Otra parada y a pintar! La verdad es que son animales bastante confiados pero recelosos, no debemos olvidar que una vez al año los encierran en los famosos curros donde los marcan con fuego y les rasuran el pelo. Siempre que podamos es aconsejable dejar el coche y caminar a su lado, de no hacerlo, desaparecerán de nuestra vista  sin darnos cuenta

Caballos de raza gallega

Después de tomar algunos apuntes y fotos (luego en el estudio combino ambos y hago trabajos más completos), sigo hacia la cumbre. Una vez allí dejo el coche en la zona reservada para aparcar y comienzo a caminar en busca de otro grupo. Mientras no aparece ningún cuadrúpedo que retratar, coloco el telescopio y tomo unas notas a lápiz, sin demasiado detalle, más para aprovechar el tiempo que otra cosa, de las abundantes tarabillas comunes que me llaman por doquier. Pasa el tiempo y no aparece ningún caballo más. Me voy.

Un poco más al sur, ya en Tui, me propongo visitar el Parque Natural Monte Aloia (acceso por la comarcal PO-340), para ver si puedo encontrar algún ejemplar de Salamandra rabilarga, Chioglossa lusitanica, una salamandra preciosa cuya área de distribución se restringe al noroeste peninsular. Dejo mi coche en la casa forestal, y camino por la zona, sin irme muy lejos, buscando en cada rincón a la deseada salamandra pero nada, ni una. Lo que sí me encuentro son muchos ejemplares de tritón ibérico, Lissotriton boscai y por qué no, tomo unos apuntes de este sumiso anfibio.

Dejo este parque natural con la tristeza de no haber visto (ni pintado) al endémico anfibio pero con la alegría que proporciona el haber estado en un parque de ensueño.

Rumbo al sur, me dirijo hacia uno de los humedales más importantes de Galicia, la desembocadura del río Miño.

Con una extensión de casi 1700 hectáreas que comparten los municipios de A Guarda, Tomiño y el Rosal, es sin duda el estandarte de la naturaleza en la comarca del Baixo Miño. Tiene un acceso fácil ya que se puede llegar a A Guarda (núcleo urbano más relevante cercano a la desembocadura) desde Bayona siguiendo la carretera de la costa (recomendable) o desde Tui.

Este humedal ofrece un amplio abanico de posibilidades para pintar ya que en este espacio se concentran una gran variedad de ambientes con su fauna y flora asociadas. Las mejores épocas para visitarlo son invierno y durante ambos pasos  migratorios.

Llego a A Guarda y me dirijo al puerto directamente porque allí sé que la probabilidad de encontrar alguna gaviota para pintar es elevada.

Dejo el coche en el propio aparcamiento del puerto me siento en las escaleras desde las cuales observo un grupo de gaviotas patiamarillas y un cormorán grande.

Tomo notas rápidamente ya que me espera mucho que ver y no dispongo de demasiado tiempo. La gente se arremolina detrás de mí, es hora de irse.

Gaviotas a lapiz

En A Guarda la oferta gastronómica es infinita. Localidad famosa por sus langostas pero si no nos apetece gastar mucho, hay numerosos bares donde comer comida casera por muy poco. Recordemos que estamos en una comarca de mar y aquí los restaurantes llenan sus cartas con pescados frescos acompañados siempre de los vinos de la zona, muchos de ellos de reconocido prestigio internacional.

Una vez llenada la barriga, me dirijo por la carretera que va de A Guarda a Camposancos y a unos dos kilómetros me desvío hacia la playa de O Muíño, donde hay un desvío no señalizado que me lleva a la punta do Tegra o O Puntal. Aquí, me vuelvo loco ya que no sé qué pintar, hay tantas cosas, el paisaje brutal del río Miño luchando por salir al mar y éste tratando de impedírselo, olas bestiales a contracorriente, el agua de color marrón con tonos ocres y verdes, la luz brutal, las aves que sobrevuelan las olas. Saco la libreta de campo y trato de capturar algo de todo eso (imposible). Al fondo, a lo lejos, diviso unos gaviones, Larus marinus que acompañan a unos confiados zarapitos trinadores, Numenius phaeopus, de los que hago bocetos rápidos y anoto colores.

Ya que estoy aquí, me acerco a la Praia do Muíño a ver si tengo suerte y me encuentro con algún ejemplar de Chorlitejon patinegro, Charadrius alexandrinus, que ya están en fecha de poner huevos. Sólo veo uno que ni corto ni perezoso levanta el vuelo y desaparece. Ya que el amigo chorlitejo se va, aprovecho y hago una acuarela de la fortaleza portuguesa que se encuentra en una isla, en plena desembocadura.

Isla ínsua

Vuelvo al coche y me dirijo a la zona de las playas de Armona y Codesal, donde puedo pintar a gusto un bando de charranes patinegros, Thalasseus sandvicensis, que aprovechan un islote de arena que ha dejado la bajamar, para asearse y descansar. Me despacho a placer, acuarela de varios individuos en diferentes posturas. Bien.

Con las últimas luces en el estuario
Dibujo de los Charranes patinegros descansando... casi a punto

Cojo el coche y me dirijo hacia Salcidos, paso por la zona de los muelles y astilleros artesanos de la zona y me detengo para tomar unos apuntes rápidos a lápiz de un Chorlito gris, Pluvialis squatarola. Otro para la colección.

De nuevo en ruta, me dirijo hacia la marisma, río arriba, cerca del camping y dejo allí el coche. La luz ya es escasa y no me da tiempo para más, pero aprovecho y observo un dormidero de archibebes claros, Tringa nebularia  y gaviotas reidoras, Croicocephalus ridibundus de los que tomo unas notas a lápiz con unos apuntes de acuarela pero muy sutiles, más que nada para que no se me olviden las sombras.

Cae la noche y me dirijo a casa. El cuaderno con más dibujos y la cabeza llena de  ideas, sonidos y colores.

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