Lagunas de Villafáfila. Primillar de Otero
Aunque en la mayoría las páginas que lees en internet sobre este maravilloso paraje natural dicen que lo puedes recorrer en un día, yo casi diría que hacen falta más de dos días para ver la zona más o menos bien. Digo esto porque si bien la mayoría de las especies de aves se concentran en las lagunas, otras muchas prefieren no hacerlo. Es más, afirmaría sin miedo a equivocarme, que hay decenas de pistas y caminos agrícolas (ojo, algunos de acceso restringido) que a modo de cicatrices del paisaje nos pueden hacer recorrer grandes distancias sin apenas darnos cuenta. Podemos hacer kilómetros y kilómetros buscando avutardas y quedarnos boquiabiertos cuando ves el cuentakilómetros o simplemente el reloj. En Villafáfila el tiempo se come las distancias.
Por ello, en este primer reportaje sobre este lugar, voy a centrarme en el primillar de Otero de Sariegos, dada la enorme extensión de este precioso paraje. Dejaremos para más adelante otros lugares y otras especies de interés.
Pero bueno, vamos a lo nuestro que es la pintura de la naturaleza, la pintura del aire libre. Aunque he visitado este espacio natural muchas veces, voy a contaros mi experiencia como pintor de naturaleza la última vez que he estado allí, el pasado mes de julio. A pesar de que mi visita fue corta (llegué antes de que saliese el sol y me fui al anochecer), traje de regreso mi cuaderno de campo lleno de dibujos, apuntes y una buena colección de imágenes en mi cámara y en mi cabeza.
Mi idea antes de salir era llegar a tiempo para poder pintar los cernícalos primillas (Falco naumanni) y a los ejemplares jóvenes de este año, pollos incluidos. Tenía miedo de llegar allí y que ya hubiesen abandonado las colonias de cría. Otra idea era la de poder retratar a los mochuelos (Athene noctua) de Villafáfila, ya que lo había intentado en otras ocasiones pero sin éxito. Y ya para rematar y como guinda del pastel, poder observar avutardas (Otis tarda) y pintarlas.
Una vez dejo la autovía AP6 me dirijo hacia el pueblo de Villafáfila directamente para una vez allí, continuar hacia mi objetivo: Otero de Sariegos, un pueblo precioso semiderruído de medio centenar de casas y cuadras hechas de adobe con una única y casi fantasmagórica iglesia, la de San Martín de Tours.
Tengo que decir que tengo por norma no empezar a dibujar nada hasta que no me paso un buen rato observando con el telescopio y los prismáticos los sujetos que voy a retratar. Una vez pasada esta fase de familiarización, procedo a tomar apuntes.
Al principio quieres pintarlo todo, pero eso mientras tengamos sólo dos brazos va a ser imposible.
Pinto adultos en vuelo, posados en los tejados, en los cables, también aprovecho para dibujar con el lápiz rápidamente tres pollos que se atreven a asomar sus cuerpos por el agujero del nidal y que, como un pequeño castell, se apilan unos encima de los otros para ver quién será el que reciba el próximo bocado.
La verdad es que se me pasa el tiempo volando entre primilla y primilla y de vez en cuando aparece alguna especie que te da unos segundos para que intentes hacer algo con ella. En este caso un par de golondrinas comunes (Hirundo rustica) se posaron en un cable y se dejaron querer bastante.
Llega el mediodía y el calor se hace insoportable, las sombras escasean al igual que el aire fresco, toca ir al pueblo a bajar la temperatura corporal.
Ya con el sol más bajo y la cabeza más alta, me doy una vuelta alrededor de la laguna principal pero está casi seca y lo poco animado que hay en ella está demasiado lejos. Me voy a dar una vuelta y observo Aguilucho cenizo (Circus pigargus), Cernícalo vulgar (Falco tinnunculus) y montones de conejos por todas partes.
Antes de volver a Otero de Sariegos, donde hago base y sé que puedo pintar sin problema las especies que traía en mente, me hago una tourné por los lugares típicos de observación de aves de esta zona, ignorando los observatorios dada la sequía. Cerca de Tapioles puedo observar avutardas y tomar unos apuntes rápidos a lápiz. Me vuelvo a Otero.
Antes de entrar en el pueblo de nuevo, me detengo porque noto que alguien me está clavando su mirada, pues claro! El Mochuelo (Athene noctua), ¿quién si no?
Bueno, hacia el final del día ya me dedico a retratar abejarucos (Merops apiaster), alguna golondrina más y también por qué no, unos apuntillos a lápiz de la iglesia de San Martín de Tours.
Dejo la laguna detrás de mí y la bordeo hacia el pueblo de Villafáfila y antes de entrar en él, en el puente de piedra que está justo a la izquierda, observo a dos mochuelos adultos que cuidan de sus dos hijos adolescentes que permanecen como estatuas en cada palo de la valla que limita el acceso a la zona restringida. Por miedo a perder la estampa por la poca luz que queda, les hago fotos y me apresuro a tomar unos apuntes rápidos que luego me servirán para hacer un cuadro más preciso y completo.
Les dejo en paz y pongo proa a casa.
Bueno, no ha estado mal para una primera visita como pintor de naturaleza. Ha sido una visita un tanto fugaz pero intensa de emociones, cargada de apuntes y anotaciones sobre colores y tonos.
Habrá que volver en diferentes estaciones del año para ver cómo cambia el paisaje, la fauna, la luz y meter todo eso en el cuaderno de campo.