Hide carroñeras en la Sierra de Guadarrama
Hogar de la cuarta mayor colonia de buitre negro peninsular y con las dos mayores poblaciones de buitre leonado del mundo a tiro de piedra, la Sierra de Guadarrama es uno de los mejores enclaves si queremos tener un encuentro cercano con las grandes carroñeras.
Está a punto de amanecer en el madrileño Valle del Lozoya. Todavía de noche nos abrimos paso en el todoterreno hasta el pequeño escondite en el que permaneceré toda la mañana lejos de la vista de las aves. El alba rompe justo cuando llegamos a la parte alta de la montaña donde Wild Iberian Nature ha instalado el hide, una zona plana, en ligera caída para facilitar el despegue de las grandes rapaces que hoy me han traído hasta aquí.
Esta parte alta del Valle del Lozoya es un enclave perfecto para los amantes de los pájaros. Está incluido en la Red Natura 2000 como Zona de Especial Protección para las Aves y la lista de vertebrados alados es larga: 127 especies. Probablemente el águila real y sobre todo el buitre negro sean sus principales atractivos. Pero también pequeños pájaros que en su ir y venir cotidiano se encargan de amenizar la espera en el hide. La verdad es que, como comprobé más adelante, no da tiempo a aburrirse.
Con las primeras luces, un horizonte teñido aún de naranja que se torna casi rosado en la parte alta de las cumbres, comienzo a tomar conciencia del enclave en el que me encuentro. Una visión privilegiada de buena parte del valle y el telón de fondo del poderoso macizo granítico de Peñalara, la cumbre más alta de la comunidad madrileña con 2.428 metros de altitud. Zorzales, pinzones y algún colirrojo, entre otras aves, pasan o se posan frente al hide mientras mi vista se va hacia el cielo, en busca de las reconocibles siluetas que he venido a observar.
Invitadas de lujo
Las primeras rapaces no se hacen rogar y pronto los madrugadores milanos comienzan a rondar el hide, ubicado en una explanada que rebosa alimento en estos momentos. Comienzan los picados, los acrobáticos escorzos aéreos, las primeras poses frente a una cámara que ellos desconocen. Hace apenas unos meses, en primavera, estuve muy cerca de aquí disfrutando como un enano de una pareja de águilas reales envueltas en la explosión primaveral de los cantuesos. Hoy tampoco han faltado y, aunque la cita no era con ellas, es verdad que suelen acudir. De hecho son bienvenidas con una alfombra con algo de rojo, el de los pedazos de carne que les ha llamado la atención y que hacen que en varias ocasiones entren al hide. Espectacular. Sobrevuelos, apariciones repentinas con poderosas entradas a esta aérea repisa natural y rápidas salidas para regresar de nuevo en busca de premio cárnico. Mientras observo ensimismado al águila desayunando encima de una roca sus repetidas miradas hacia el cielo me indican que ha detectado algo.
Alguna silueta pasa justo encima de mi posición y su enorme sombra se proyecta sobre el suelo. Es un buitre negro. Pronto observo cómo se van aproximando más y más puntos oscuros que van adquiriendo volumen rápidamente hasta llegar a los casi 3 metros de envergadura alar. Vuelos en círculos cada vez a menor altura indican que sus intenciones son claras: ¡Ahí vamos!
Enjambre con plumas
Cual enjambre de plumas, garras y poderoso pico, con zumbido incorporado, una nube de buitres leonados y negros desciende si dilación como ellos bien saben hacer, de forma apabullante y ordenadamente desordenada. No hay tiempo que perder. Se suceden los saltos, los tirones de comida, los saltitos. Llegan más y más. Incluso la Real vuelve a entrar en escena y causa el pánico por unos momentos.
Casi en un abrir y cerrar de ojos, la marabunta alada no deja nada a su paso. Escenas imborrables se suceden entre la más poderosa de las águilas europeas con las más grandes rapaces del continente.
El parque nacional de la Sierra de Guadarrama alberga la cuarta mayor colonia de buitre negro de la península Ibérica (la de la población Valle del Lozoya-Rascafría). Sin embargo, suelen dominar por amplia mayoría el número de leonados que se observan en el hide. Los negros prefieren ir a comer fuera del valle, mientras que a pocos kilómetros en línea recta viven las dos mayores poblaciones de buitre leonado del mundo: en las Hoces del Duratón y en las Hoces del río Riaza, en las vecinas tierras segovianas. Ambas especies, en cuanto detectan la presencia de córvidos, milanos o algún ratonero con su privilegiada visión y reconocen la señal de “alimento disponible” se presentan en la zona en un abrir y cerrar de ojos.
Entre buitres negros, buitres comunes y milanos la mañana se ha pasado en un periquete. Aderezada con la aparición estelar de las águilas reales. Mientras se suceden en la cabeza las muchas imágenes vividas, cuesta solo pensar en salir del hide pero los buitres no han dejado ni un gramo de comida y, como se suele decir, está todo el pescado vendido. ¡Pero qué venta la de hoy!
Disfrutad del vídeo en HD para comprobarlo…