Timanfaya. Ecoturismo Accesible
Situación
Lanzarote
Accesos
El acceso al Parque se puede hacer a través de las dos localidades más próximas: Yaiza y Tinajo, tomando en ambos casos la carretera LZ-67.
Highlights
Formaciones geológicas asociadas al Vulcanismo: cráteres, hornitos, conos de Cínder, cordadas de lava, anomalía geotérmica en el Islote de Hilario, etc.
Cuando
Las bondades del clima canario permiten que cualquier época del año sea propicia para visitar el Parque Nacional de Timanfaya.
Consejos
En el límite sur del parque se encuentra el municipio de Yaiza, uno de los pueblos más coquetos de España. Te animamos a recorrer sus alegres calles, entre casas típicas y cuidados jardines, donde el blanco es el color predominante.
Recorrido adaptado por la Ruta de los Volcanes, en el corazón caliente de las Montañas del Fuego, en el Parque Nacional de Timanfaya (Lanzarote).
En Lanzarote descubrí un cielo repleto de estrellas… Tantas como nunca antes había podido ver. ¡Eran miles, millones de estrellas! Un espectáculo increíble. Mirase donde mirase, el oscuro manto de la noche brillaba con luz propia con el fulgor más o menos intenso de los cuerpos celestes.
A menudo cegados por la contaminación lumínica de pueblos y ciudades, apenas podemos llegar a comprender la infinita belleza del universo que nos envuelve. Triste metáfora de un planeta que se apaga, consumido por la imparable vorágine desarrollista y el egoísmo más absoluto. Vivimos de espaldas a la naturaleza, ajenos a las manifestaciones de vida más allá de la nuestra.
Afortunadamente, todavía quedan lugares que parecen haber esquivado la amenaza —al menos de momento— de ese progreso mal entendido. Canarias es uno de ellos… Cada una de sus islas es un mundo en sí mismo. Un mundo encerrado en mitad del océano inmenso. Un mundo nuevo y prácticamente inexplorado para mí. Tenía curiosidad por conocerlo…
De visita obligada en Lanzarote es el Parque Nacional de Timanfaya, el único en territorio español eminentemente geológico y sin duda uno de los más singulares de nuestro país. Declarado como tal en el año 1974, representa una magnífica muestra del vulcanismo histórico en la región Macaronésica. Su núcleo lo constituyen las llamadas Montañas del Fuego, donde en un espacio de pocos kilómetros cuadrados podemos encontrar más de 25 cráteres dormidos.
Pero para una primera aproximación a sus entrañas, recomiendo acercarse al Centro de Visitantes e Interpretación de Mancha Blanca, situado en las inmediaciones del Parque Nacional. Un edificio armonioso y perfectamente integrado en el entorno que contrasta vivamente con el negro dominante. Su interior se divide en áreas temáticas que tratan diferentes aspectos relativos a su fauna, flora y geología, prestando especial atención —como no podía ser de otra manera— a este último: Nacimiento de las Islas Canarias; colonización vegetal y animal; estructura interna de la Tierra, formación del magma, etc. Material audiovisual e interactivo nos acerca de un modo ameno y divertido a una disciplina científica tan apasionante como desconocida.
La experiencia se completa con dos salas, de proyección de vídeo y simulación, en las que podremos conocer un poco mejor lo que nos espera fuera de las instalaciones y revivir las erupciones que originaron el paisaje actual. Lamentablemente, la sala de simulación no es accesible para personas con movilidad reducida.
Rodando por una prolongada pasarela de madera, pude establecer la primera toma de contacto con el “malpaís”, formación de origen volcánico caracterizada por la acumulación de rocas más o menos erosionadas. Un caótico y agitado mar de lavas que se extendía hasta la misma línea del horizonte, donde se dibujan, ―también a través de un panel interpretativo en Braille— los diferentes elementos orográficos que desde allí se pueden observar: Montaña Coruja, Montaña de Los Rostros, Montañetas de Los Dolores… Constituye uno de los dos miradores del Centro de Visitantes e Interpretación de Mancha Blanca. Las instalaciones disponen, además, de aseos adaptados.
Ruta de los Volcanes
Siguiendo la carretera LZ-67 dirección Yaiza, atravesando un territorio que debe de ser lo más parecido a pisar suelo marciano, conduje 4 km. hasta El Taro de entrada al Centro Turístico de las Montañas del Fuego, corazón de Timanfaya. El famoso “Diablo” diseñado por el genial César Manrique nos da la bienvenida… No puede faltar la foto de rigor.
Avisado el personal del Parque de mi condición de persona con movilidad reducida, tenía vía libre por fin para acceder con mi propio vehículo al Islote de Hilario, donde encontraremos un amplio aparcamiento, cafetería, restaurante, aseos, tienda de recuerdos y otros servicios… En este punto tiene su inicio y final la conocida Ruta de los Volcanes, recorrido que sólo puede realizarse en los autobuses dispuestos por el Cabildo de Lanzarote. Tendría que esperar unos veinte minutos la llegada de una de estas guaguas habilitada con plataforma elevadora para el transporte de pasajeros con necesidades especiales.
Mientras tanto me entretuve observando y fotografiando durante largos ratos a la única especie animal que pude ver aquel día: el confiado, simpático y desvergonzado bisbita caminero (Anthus berthelotii), pajarillo endémico del archipiélago canario y abundante en las zonas más frecuentadas del Parque. Ave insectívora, picotea aquí y allá despreocupadamente, permitiendo acercamientos a muy corta distancia.
Un poco más abajo, en una gran explanada cuyo firme de tierra y gravilla hacía imposible moverse en silla de ruedas, un grupo de turistas disfrutaba de las demostraciones de anomalías geotérmicas, consistentes en la introducción de aulaga en una especie de horno natural del subsuelo, donde las elevadas temperaturas que se alcanzan provocan su combustión espontánea. Las fuerzas telúricas que modelaron la isla de Lanzarote hace millones de años siguen latentes bajo nuestros pies. Una forma sencilla de comprobarlo consiste en introducir agua en el interior de unos tubos preparados a tal efecto. La acción del calor hace el resto… Un tremendo géiser artificial formado de hirviente vapor es expulsado a la superficie en décimas de segundo, espectáculo que arrancó aplausos de los asistentes y que fui capaz de captar con mi cámara.
No hubo tiempo para más… Mi autobús ya estaba listo. Acompañado amablemente por funcionarios del parque, seguí sus indicaciones para situarme sobre la plataforma que iba a permitirme subir a la guagua sin contratiempos, como uno más. Es la forma más cómoda y respetuosa de visitar un espacio donde, dada la fragilidad de los ecosistemas que lo integran, más del 90% de su superficie está delimitada como “zona de reserva”.
Una vez dentro, decidí sentarme en los asientos traseros para obtener una mejor panorámica del paisaje que me rodeaba. Por delante, un viaje de 45 minutos a través de los apasionantes manuscritos del cura Párroco de Yaiza, Don Andrés Lorenzo Curbelo, que relata el enorme impacto que supusieron los continuos procesos eruptivos acaecidos entre los años 1730 y 1736. Una voz en off narraba los acontecimientos al tiempo que, con la mirada perdida, trataba de imaginar las terribles escenas que se vivieron:
“El 1 de septiembre (de 1730) entre las nueve y las diez de la noche la tierra se abrió de pronto cerca de Timanfaya a dos leguas de Yaiza. En la primera noche una enorme montaña se elevó del seno de la tierra y del ápice se escapaban llamas que continuaron ardiendo durante diez y nueve días. […] El 11 de septiembre la erupción se renovó con más fuerza, y la lava comenzó a correr. De Santa Catalina se precipitó sobre Mazo, incendió y cubrió toda esta aldea y siguió su camino hasta el mar, corriendo seis días seguidos con un ruido espantoso y formando verdaderas cataratas. Una gran cantidad de peces muertos sobrenadaban en la superficie del mar, viniendo a morir en la orilla. Bien pronto todo se calmó, y la erupción pareció haber cesado completamente”.
“[…] Los truenos y las explosiones que acompañaron a estos fenómenos, la obscuridad producida por la masa de cenizas y el humo que recubre la isla forzaron más de una vez a los habitantes de Yaiza a tomar la huida, volviendo bien pronto, porque estas detonaciones no aparecieron acompañadas de otro fenómeno de devastación”.
El tiempo parece haberse detenido desde entonces… Líquenes verdes, amarillos, grises y rojos aportan un variado y atractivo cromatismo a las laderas desnudas de las montañas; las amplias bocas de los cráteres apuntan al cielo amenazantes. Muy pocos son los organismos capaces de aguantar las duras condiciones de vida en estas soledades.
Avanzábamos muy despacio, ganando altura metro a metro, observando con atención algunas estructuras geomorfológicas interesantes: tubos, conos de cínder, hornitos… Estos últimos eran especialmente abundantes. Se trata de pequeñas grietas a través de las cuales fluía material eruptivo, formando modestos edificios volcánicos. Uno de los más característicos es el llamado “Manto de la Virgen”, ante el cual nos detuvimos unos instantes.
El punto más elevado del parque, el Macizo del Fuego, marca el final del ascenso. Las vistas que se dominan desde aquí son absolutamente abrumadoras. El mejor colofón para una aventura extraordinaria… Puedes completarla por la costa, —todavía dentro de los límites del Parque Natural de los Volcanes— admirando la grandiosidad de Montaña Bermeja, asomándote a los acantilados modelados por el océano Atlántico en “Los Hervideros”, o constatando que en algunas ocasiones, incluso el hombre es capaz de crear espacios de convivencia entre la tradición y la biodiversidad en las Salinas de Janubio.