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Descubriendo al lince ibérico en la Sierra de Andújar

08/05/2018 Autor: Alfonso Polvorinos / El Ecoturista
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La primavera es una de las mejores épocas para acercarse a la Sierra de Andújar a disfrutar de la naturaleza en familia. Estas montañas presentan su cara más colorida y además de la observación casi garantizada de ciervos, gamos e infinidad de aves, la posibilidad siempre emocionante de ver lince ibérico en libertad. ¿Tuvimos suerte?

La primavera es especialmente generosa para el ojo humano en la Sierra de Andújar. Pocos lugares presentan una explosión floral tan cromática como las laderas verdosas de esta sierra jienense en los meses de abril y mayo. Luego llegarán los rigores del verano, que aquí también se manifiesta con fuerza, con temperaturas que invitan al refugio en las horas centrales del día. Pero mientras el estío llega, la estación de las flores es sin duda la más espectacular en una sierra siempre bella. En las semanas de máxima floración de especies los campos andujareños bullen de colorido. Cuesta  encontrar una tonalidad que no esté representada. Lavandas, tomillos, jaras pringosas, jaras blancas, viboreras, margaritas, amapolas, orquídeas, narcisos… ponen la nota colorista a esta porción de Sierra Morena.

Primavera en el parque natural Sierra de Andújar.

Y hasta el parque natural de la Sierra de Andújar hemos venido para deleitar los sentidos, en esta ocasión, en familia. ¿El objetivo? Disfrutar, recorrerla sin prisa, con los ojos bien abiertos a la espera de sorpresas naturales que en estas montañas son pródigas especialmente en aves y mamíferos. ¿El premio? Un larga lista de aves observadas, ciervos, gamos, muflones, zorros… y ¡cuatro linces! No se puede pedir más.

Ciervos con el desmogue.

Disfrutando la sierra en familia

Mi recomendación es dedicar un par de jornadas completas (al menos) para recorrer diferentes partes del parque. Cada una ofrece cosas diferentes. Pinares, entornos fluviales y embalses, encinares, dehesas, olivares, campos abiertos, afloramientos rocosos… nos llevaremos a casa una nutrida colección fotográfica de estos paisajes y sus habitantes animales. Pero con los más pequeños de la casa puede resultar cansado tantas horas de coche y de curvas, así que lo mejor es hacer salidas de media jornada, al amanecer o al atardecer. Y nos pusimos (como siempre) en manos de los guías locales de Iberus Medio Ambiente – Iberus Birding & Nature, enormes profesionales.

Abubilla

El Ecoturista ya ha estado en la sierra en otras ocasiones realizando largos recorridos, pero con niños el plan era realizar un par de safaris fotográficos de tarde, alternando las rutas en vehículo para observación del paisaje y de grandes mamíferos y concluir la excursión haciendo esperas de lince ibérico. Gracias a los acuerdos de esta empresa de ecoturismo con fincas privadas donde reside el amenazado felino, las probabilidades de observación y la calidad de la experiencia aumentan, fuera de las aglomeraciones en las escasas zonas de uso público en determinados momentos del año. Dependiendo de la época del año, los linces no necesariamente se vuelven crepusculares, pudiendo observarse a media tarde sin ningún problema. No es el caso del verano, cuando los felinos aguardan a los últimos coletazos del día para moverse –en ese momento en el que ya no hay apenas luz para las fotos-, sino que en primavera la actividad no está tan reducida y parece no importarles dejarse ver antes. Nosotros encantados.

Y en esas estuvimos cada tarde, recorriendo las laderas de la Sierra de Andújar, con los niños con los ojos como platos y prismático en mano, atentos a cualquier movimiento entre los árboles o el matorral. Ciervas ¿o ciervos?, gamos, muflones, zorros… en ocasiones el trabajo se les llegaba a acumular, y con él las emociones. Encantados de descubrir si la cierva era en realidad un macho con el desmogue; jugando a encontrar las cuernas incipientes para salir de dudas. A izquierda y derecha del vehículo abejarucos, abubillas, alcaudones, rabilargos, urracas, pinzones, picogordos, trigueros, críalos, perdices, estorninos, jilgueros, tórtolas turca y europea, mochuelos, torcaces, escribano montesino, gorriones morunos,… de vez en cuando aparecían aves más grandes y ahí intentaban distinguir buitres leonados de los negros o águilas imperiales, águilas calzadas, etc. Incluso un azor y un buen grupo de abejeros europeos pasaron frente a nosotros. Y siempre atentos a las explicaciones del guía, a sus pistas sobre cómo buscar a nuestro querido felino al atravesar zonas linceras. Atentos a una posible sorpresa mientras transitamos por estas pistas camino del punto donde realizamos la espera.

Lavanda en flor.

A la espera de un deseado lince… encontramos cuatro!!

Una vez dentro de la finca privada, nos dirigimos al territorio donde vive el lince ibérico o gato  rabón como aquí le llaman. Es hora de ponerse cómodo para echar un buen rato de aguardo. Colocamos telescopios, sillas, y en mi caso cámara a punto, deseoso de si se producía el afortunado encuentro, poder dejar testimonio del momento. Porque el lince es también caprichoso y a veces se dejar ver un buen rato o en la mayoría de los casos es eso, un simple momento. Hay que estar preparado.

Alcaudón común.
Dehesa de encinas.

A distancia convenientemente prudencial para no interferir en ningún instante en la vida del felino, escudriñamos la ladera a golpe de telescopio y prismático, una y otra vez. Por momentos los peques pierden la concentración pero pronto la recuperan revisando la guía de aves, la de mariposas, la de mamíferos y la de orquídeas que los guías llevan. También con alguna falsa alarma sobre un posible lince.

A la espera del gran felino ibérico.

Y llegó el ansiado momento de la aparición del lince, por partida doble. Una madre y su hija del año anterior. Dos lincesas de buen porte que van remontando la ladera sin prisa, deteniéndose a jugar antes de saltar a la siguiente roca, descansando a la sombra, tomando el sol… la emoción hace ya rato que ha invadido a quienes formamos parte del grupito de observación. No un lince sino dos.

Lince ibérico subiendo en las rocas graníticas, características de Andújar.

Y cuando caía la tarde, mientras la emoción de la segunda espera todavía flotaba en el ambiente… un segundo lince, en esta ocasión otra hembra recién parida a juzgar por sus mamas, aparece de nuevo entre las flores, con otro conejo en la boca y caminando en sentido contrario al que marchó la primera. Se adentra en un cercado de ganado, en busca de la protección de las vallas frente al viento hasta perderse de vista. Seguramente echada tras la valla para comerse tranquilamente su cena o quizá perdiéndose por la ladera, camuflada entre los lentiscos, acebuches y encinas. Imposible seguirla con la vista.

Primavera en Andújar.

Así es el encuentro con el lince, impredecible, difícil, muchas veces infructuoso pero otras, como en esta ocasión, frugal pero tremendamente gratificante. Una experiencia en familia absolutamente inolvidable. Algo que los más pequeños (y los no tan pequeños) no olvidarán jamás: la observación del lince ibérico en libertad.

Lincesa con su presa en la boca
Mochuelo europeo
De safari con Iberus
Pantano del Rumblar
Orquídea
Parque natural Sierra de Andújar

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