Observación de Lobo ibérico en la Montaña de Riaño
Situación
León
Accesos
Los dos principales accesos al Parque Regional Montaña de Riaño y Mampodre son por la N-621 (zona Riaño) y la LE-331 y LE-333 por Puebla de Lillo (parte occidental, Mampodre). Crémenes, donde se ubica el Centro de observación de la naturaleza Montaña de Riaño se encuentra en la N-621, al sur de Riaño.
Highlights
Lobo ibérico, gato montés, ciervo, corzo, rebeco, nutria y más de 100 aves, con importantes especies forestales y alpinas.
Cuando
La mejor época de observación para lobo ibérico desde desde comienzos de agosto hasta finales de octubre o primeros de noviembre.
Consejos
Realiza la actividad en compañía de guías locales. Te recomendamos la empresa de ecoturismo Aveshide Crémenes, que gestiona el Centro de observación de la naturaleza Montaña de Riaño.
Tel. 649 726 370
La actividad se realiza en grupos reducidos, lo que aumenta la calidad de la experiencia.
La Montaña de Riaño y Mampodre, en la montaña oriental leonesa, es uno de los enclaves de referencia para la observación de lobo ibérico. Al menos para intentarlo. En El Ecoturista tuvimos la fortuna de poder disfrutar con varias observaciones de nuestro cánido salvaje. ¿Cómo y por qué? aquí os dejo algunas claves…
Existe una larga lista de animales en la mente de un ecoturista, especialmente entre sus deseos de observación; y sin duda el lobo ibérico se encuentra entre los primeros nombres que aparecen. Los grandes mamíferos despiertan esa mezcla de curiosidad y fascinación que los convierten en anhelo de quienes nos gusta salir al campo para tratar de observarlos. Y donde seguro ocupa el primer puesto, es en la lista de complejidad de observación.
Ahí es importante elegir una zona donde la presencia del animal en cuestión sea notable pero, aun así, no es suficiente. En el caso del lobo ibérico es preciso conocer sus territorios y áreas de campeo, saber por dónde se mueve una especie que ya de por sí, se mueve bastante. Y aquí es donde la importancia de una guía profesional se hace patente. Con ellos, no solo se garantiza un turismo de observación responsable, sino que contribuimos de forma efectiva al desarrollo económico local y a que la figura del lobo vivo adquiera la magnitud clave que posee, no solo como especie clave del ecosistema, sino como motor económico.
Las empresas de ecoturismo, con su trabajo y seguimiento diario, posibilitan que cuando vayamos al lugar a tratar de observarlo, sepamos cual es la mejor zona en cada época del año. No es magia, es fruto de su trabajo. ¿Y qué lugar elegir? la Montaña de Riaño (León) y la Sierra de la Culebra (Zamora), son los dos mejores enclaves peninsulares para intentar observarlo. Simplemente por cuestiones de probabilidad al contar con una población lobera más numerosa que en otros territorios. También algunas zonas del suroccidente asturiano donde existen empresas ecoturísticas que lo hacen posible.
En esta ocasión centramos la actividad en la Montaña de Riaño, antiguo Parque Regional de Picos de Europa y, desde octubre de 2019, rebautizado como Parque Regional Montaña de Riaño y Mampodre. 120.000 hectáreas de magna naturaleza cantábrica. ¿Nuestro anfitrión? Los guías del Centro de observación de la naturaleza Montaña de Riaño / Aveshide Crémenes.
A la distancia conveniente para no interferir en los animales, regla de oro en la observación responsable, el abrupto relieve de las montañas cantábricas puede permitir en algunos casos observaciones a través del telescopio y prismáticos de gran calidad. Es debido a que la distancia entre el observador (en su ladera) y la del observado (en ladera de enfrente), dependiendo de la orografía, puede tener una línea recta visual algo más corta (lejana pero algo más corta) que en terrenos más horizontales de espacios abiertos. Como digo, prima la observación responsable y eso los guías profesionales lo saben bien.
En sus manos nos pusimos para disfrutar de algunas salidas para intentar observar lobo ibérico, el resultado os lo cuento a continuación…
Al encuentro del Lobo Ibérico
Llegamos a la zona a media tarde del viernes, al pueblo donde nos íbamos a alojar y habíamos establecido el punto de encuentro con los guías y el resto del grupo, sin más tiempo que el de coger el material y montarnos directamente en el 4×4 de la empresa. No habíamos tenido tiempo de desentumecer el cuerpo después de las horas de coche desde Madrid y ya estábamos en el todoterreno recorriendo estos bellos paisajes de la vertiente sur de la cordillera Cantábrica.
El objetivo de la excursión servía para que no echáramos de menos estirar los huesos y la emoción dominaba al cansancio. La aproximación hasta la zona de observación se encargaba de meter cuerpo y mente en faena, completada con una breve caminata entre las escobas que dominaban y proporcionaban ese característico olor de extraño dulzor a esta parte del vallecito secundario donde íbamos a hacer el aguardo esta tarde. Eran las siete en punto cuando nos sentamos en la ladera bien seguros de que nuestra silueta no quedaba recortada con el fondo, mimetizada entre las escobas con la ayuda de los colores discretos de nuestras vestimentas, en silencio, y seguros de que la distancia de observación era la conveniente para no interferir en los lobos, si es que los encontrábamos en la zona donde durante la mañana del día anterior se habían estado observando a placer.
¿Aparecerían esta tarde? Diez minutos después de quitar la tapa del telescopio, seis cachorros de unos 4-5 meses jugaban relajados en una loma frente a nuestros incrédulos ojos. El hábito horario de los cachorros o precisamente su falta de compromiso estricto con la nocturnidad cuando son pequeños, iba a permitir disfrutar de sus juegos a plena luz del día. A diferencia de la etología mucho más nocturna-crepuscular de los adultos, los cachorros aprovechan las horas de menos calor para hacer lo que más les gusta: jugar. Aunque a esa temprana edad de 4-5 meses, mediante el juego, ya empiezan a definir sus roles sociales entre hermanos dentro del grupo o familia.
¡Hasta que la niela nos separe! Esa pareció ser la consigna del reducido grupo de observadores que durante aquella tarde inolvidable y la mañana y la tarde del día siguiente imperó en el ambiente. Un ambiente caracterizado en esta época del año por la formación de nieblas procedentes del norte, de tierras asturianas. Y así fue, tuvimos la enorme fortuna de hacer pleno de observaciones en las tres esperas, pero la niebla impidió apurar el tiempo de avistamiento. De hecho, pudimos ver a placer a los seis cachorros en las tres ocasiones pero no llegamos a ver a los adultos, que muestran un comportamiento mucho más esquivo por protección a su progenie y salen cuando la luz es muy tenue.
La buena época para la observación (agosto-noviembre) y el buen hacer de los guías locales, unido a que la fortuna quiso que los actores principales salieran pronto a escena y el ansiado encuentro no se hiciera esperar, dibujaron una enorme sonrisa en el rostro, que aún dura hoy mientras escribo estas líneas sobre la observación de lobo en la Montaña de Riaño.
Este breve vídeo (disfrútalo en HD) resume en cinco minutos la esencia de estas jornadas de observación en la Montaña de Riaño, un destino de naturaleza al que sin duda regresaremos pronto.