Arte

La isla de Texel, Países Bajos

07/03/2022 Autor: José Arcas

Podía sentir especial atracción por países mucho más paradisíacos, con más glamour, pero no, Holanda siempre ha tenido un atractivo especial para mí, no solo como biólogo y ornitólogo, sino que esta atracción va más allá de su fauna, de su flora o sus paisajes, llega incluso a sus gentes y su forma de vivir. Este interés por el país de los tulipanes ha ido creciendo conmigo y a día de hoy el enamoramiento es total, tanto que me he cogido un avión para una primera cita con esta belleza insular y sobre lo que vi, aquí os lo cuento.

Vigo, año 1998. Estoy en la facultad de biología a vueltas con el enfoque de mi tesis doctoral que versará sobre las peripecias de una pequeña limícola, el Andarríos chico (Actitis hypoleucos) y sobre cómo este inquieto personaje se las arregla para sobrevivir durante los fríos y lluviosos inviernos gallegos. La montaña de papel que voy coleccionando de publicaciones sobre todo este tema me lleva a descubrir que hay un lugar en Europa en el que se reúnen más de 10 millones de aves acuáticas antes de partir hacia sus cuarteles de invernada más allá del África subsahariana. Este lugar es el mar de Wadden, una masa de agua que baña las costas de Alemania, Dinamarca y Holanda. Lo bueno de todo esto es que esa masa ingente de millones de aves no se dispersa entre los más de 10.000 kilómetros cuadrados que abarca esta zona, sino que se concentran en varios puntos, lo que hace que su observación sea relativamente más fácil.

Siguiendo el rastro que me van dejando las publicaciones que encuentro sobre este idílico lugar, descubro que el centro de investigación que lleva la voz cantante en su estudio es el NIOZ (Royal Netherlands Institute for Sea Research). Es de esperar que, si este centro de investigación tiene su base en la isla de Texel, sea ahí donde se encuentra el meollo de la cuestión o por lo menos lo más interesante.

El mar de Wadden o de Frisia se encuentra entre tierra firme y un collar de islas desde Holanda hasta Dinamarca, estando la mayoría de ellas en territorio neerlandés. La mayoría de estas islas son simples barreras de dunas y en las que la circulación motorizada está totalmente prohibida. Recorrerlas en bici o andando son las únicas opciones.

De todas estas islas, la más llamativa en cuanto al tema de pintura de naturaleza es, sin duda alguna, la isla de Texel, la primera de esa cadena de islas empezando por el extremo más al sur de este pequeño pero fascinante Mar.

Barnaclas carinegras.

La isla de Texel es la mayor de todas las islas Frisias y tiene forma ovalada de unos 20 kilómetros de largo y 8 kilómetros de ancho. Con una extensión de poco más de 460 kilómetros cuadrados alberga una población de unos 13.000 habitantes. Según los censos de aves que los holandeses hacen anualmente y de forma sistemática desde hace décadas, la mejor época para visitar la zona es en octubre. Yo visité la isla en noviembre aun a riesgo de llegar y no ver gran cosa, pero las ganas me podían y la oportunidad era el típico ahora o nunca.

Os relato a continuación mi visita a la isla Frisia acompañado de mi hermano Kiko, fotógrafo de naturaleza y con el que me inicié en el mundo de la ornitología. Esta corta pero intensa incursión ocurrió a mediados de noviembre de hace un par de años, nuestra vivencia, os la cuento a continuación.

Holanda es un país bien comunicado y si llegamos por avión al aeropuerto internacional de Schiphool, en Ámsterdam, sólo tenemos que alquilar un coche y dirigirnos al norte por la autopista A9 en dirección Den Helder, donde tras 2 horas de trayecto nos embarcaremos en un ferry con nuestro coche. La travesía dura poco, pero es muy entretenida ya que el propio barco es espectacular. Mi consejo: desde la cubierta podemos, prismáticos en mano, observar focas grises y varias especies de gaviotas que se acercan al barco por si alguien lanza algo de comida (práctica extendida por lo visto). La travesía en barco dura una hora más o menos y acaba en Het Horntje, justo antes de atracar, a nuestra derecha se ven las instalaciones del NIOZ.

Un dato importante, no desprendernos nunca de los prismáticos ni de la cámara de fotos ya que en cualquier momento puede aparecer cualquier especie digna de ver, no olvidemos que es una isla pequeña en una zona con elevada concentración de aves acuáticas.

Den Burg es la población isleña más relevante y en este bonito pueblo reservé mi hotel.

Centro de Den Burg.

Llegamos a Texel a última hora de la tarde y en esta latitud y a partir de las cuatro de la tarde ya es casi noche cerrada. Dejamos el equipaje en la habitación y no veo el momento para recorrer la isla, aunque sea de noche, me da igual. Conducimos al norte de la isla hasta llegar al famoso e icónico faro de Texel (Vuurtoren Texel). El momento no podía ser mejor, de noche, para verlo funcionar a pleno rendimiento. El faro espectacular, enorme de un color rojo vivo que debe verse desde el meteosat. Alrededor del faro hay un grupito de casas de madera que le dan al conjunto un aire de sosiego total. El día no daba para mucho más, el frío y el cansancio nos invitan a irnos al hotel.

Acuarela del Faro de Texel.

Por la mañana nos levantamos muy temprano para desayunar bien, tranquilos y preparar la jornada con el mapa turístico que pillé en el hotel. Veo a través del ventanal del restaurante y se me cambia la cara al comprobar que está lloviendo – mal empezamos-. Mi cara de tristeza cambia al segundo al ver que por encima de la plaza donde está nuestro hotel sobrevuelan un montón de ánsares en dirección sur.

Señalética en la calle de Den Burg “Calle del cisne”.

Ya en carretera, ponemos rumbo al faro, para poder verlo de día en todo su esplendor. La playa que lo rodea y las dunas son impresionantes, no te alcanza la vista para ver el final de este gigantesco arenal.

Cerca del faro nos acercamos al punto de observación De Volharding Natuurmonumenten donde ya en la orilla nos esperaban muchas especies de limícolas en lo que parecía un dormidero de pleamar. Barnaclas carinegras (Branta bernicla) y ánades silbones (Anas penelope) dormitaban en el agua hasta que nos asomamos.

Ánades silbones.

No sé vosotros, pero cuando vas a un lugar donde la observación de aves es una práctica más que habitual, siempre me apetece mucho ir al centro de interpretación de la zona, principalmente para obtener la mayor información posible en tiempo real y, de paso, comprar algún recuerdo.

Puesto que era muy temprano, el centro de información ornitológico (Vogelinformatiecentrum) estaba cerrado y mientras tanto y para hacer un poco de tiempo, nos dimos una vuelta por este pueblo llamado Corpsdorp. Grajillas, ánsares, ánades silbones y rabudos por doquier, ovejas de raza Texel -preciosas- y un sinfín de especies de acuáticas ocupaban muchos de los pequeños canales y prados que se mezclan con las viviendas de este mini pueblo.

Oveja de la raza Texel, la más común en la isla.

Las chicas de la oficina de información me dicen que hay aves por todas partes y que da igual a donde vaya. Les pregunto por las focas y una de ellas me comenta que esa misma mañana, al sacar a su perro a pasear por la playa, había una en la playa pero que duda mucho que siga allí ya que es un lugar muy concurrido.

Nos subimos en el coche y nos dirigimos a De Slufter, una zona espectacular donde pintar paisaje es una obligación. Marismas infinitas que se funden con el mar casi llegando al infinito.

Paisaje de la marisma en De Slufter.

Tomo apuntes y fotos de este lugar y me dirijo a la zona periférica de Den Burg, no por nada en especial, simplemente hay tantas cosas que ver que según te mueves con el coche vas parando continuamente. Casas preciosas de maderas oscuras, rodeadas de abedules y canales llenos a rebosar de fochas y ánades silbones. También los somormujos lavancos (Podiceps cristatus) son abundantes.

En los prados, Cisne vulgar (Cignus olor), Ánsar común (Anser anser), Ánsar careto (Anser albifrons), Barnacla carinegra (Branta bernicla) y un largo etcétera de especies de aves. Nos cruzamos con señoras de avanzada edad que portan sofisticados equipos fotográficos que me recuerdan a los que se utilizan en los partidos de fútbol.

Cartel en la entrada a De Slufter.

Nos dirigimos a Oudeschild, una pequeña villa marinera situada al noroeste de la isla; la he visto en fotos y tiene un puerto encantador donde amarran numerosos barcos pesqueros. Esta villa es sencillamente preciosa, una vez más me siento como inmerso en una maqueta donde edificios, molino, pantalanes y aparcamientos semejan que los acaban de construir. He visto en fotos el lugar donde me encuentro cuando hay pleamares con mareas vivas y temporal y el suelo desaparece por completo. El nivel del mar sube a niveles insospechados y los edificios semejan estar flotando en el mar puesto que no queda rastro alguno del suelo ni los pantalanes ni los muelles. Aquí he podido pintar gaviones atlánticos (Larus marinus), que están por todas partes, encima de las balizas, de las columnas de apoyo de los pantalanes, en el agua…

Vista del pueblo pesquero de Oudeschild.
Pintando gaviotas en Oudeschild.

Hemos reservado plaza en un barco que te lleva hasta unos bancos de arena que se descubren con la bajamar donde numerosas focas grises aprovechan para descansar. Mientras esperamos la llegada de nuestro barco, tomamos un café en una cafetería del propio puerto y cuyo interior parece una revista de decoración especializada en estilo “Hygge”.

Excursión en barco a los arenales frente a Oudeschild.
Apuntes.
Gavión atlántico.

Llega el barco y pone proa hacia el infinito. Después de 45 minutos de travesía llegamos a los bancos de arena a los que les queda un telediario para desaparecer. A lo lejos un grupo de focas grises (Halichoerus grypus) nos observan como esperando a ver cuáles van a ser nuestros movimientos. Otra foca gris, asoma su cabeza al lado de nuestra embarcación, pero desaparece sin más. No he podido estar cerca de ellas como quisiera, para hacer, aunque fuesen, unos miserables apuntes de focas. Hago cientos de fotos.

Foca gris y gaviota.
Foca gris frente a Oudeschild.

Dejamos Oudeschild atrás y nos desplazamos lentamente por las carreteras con la esperanza de ver algún grupo copioso de limícolas. En uno de los prados, donde había un montón de ovejas pastando había un Busardo ratonero (Buteo buteo), del que nos llamó la atención dos cosas, la primera su tamaño -enorme- y la segunda su color, vientre y pecho blancos como la nieve. Precioso.

Busardo ratonero (Buteo buteo) con una llamativa librea blancuzca.

En el camino hacia el sur de la isla pudimos deleitarnos observando, fotografiando y pintando cientos de chorlitos dorados (Pluvialis apricaria), avefrías (Vanellus vanellus), gaviotas canas (Larus canus) y otra vez interminables bandos de anátidas.

Aves acuáticas en un intermareal del sur de la isla.

Ya en el sur de la isla, concretamente en el Vogelkijkpunt de Petten, pudimos ver cientos de limícolas en una zona intermareal bastante recogida. Espectaculares los bandos de correlimos comunes (Calidris alpina), archibebes comunes (Tringa totanus) y chorlitos grises (Pluvialis squatarola) alimentándose entre numerosos grupos de tarros blancos (Tadorna tadorna) y más ánades silbones -para variar-.

Pequeña concentración de Ostrero euroasiático (Haematopus ostralegus) en uno de los cientos de arenales de la isla.

Ya es de noche otra vez, se nos ha pasado el tiempo volando, volvemos al hotel.

Madrugón y vuelta a la carretera, esta vez ya cara al sur para coger el transbordador y volver a Ámsterdam. En el camino, dejamos la autopista y recorremos minúsculas y angostas carreteras que nos conducen hasta no sé cuántos molinos y granjas a cada cual más espectacular. Las avefrías y chorlitos dorados se cuentan por miles y cuando levantan el vuelo su número se multiplica por cien.

Apuntes de Ánsar careto (izquierda) y Ánsar común (derecha).

Somos conscientes de que noviembre quizás no es la mejor fecha para visitar Texel, pero no quiero ni imaginarme cómo será en el mejor mes. Eso depende mucho de lo que queramos observar, cada especie tiene su momento y es recomendable asesorarse bien antes de hacer el viaje. Nosotros nos vamos contentos, para ser una primera toma de contacto no ha estado nada mal. Juramos volver en primavera.

Molino.

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