Experiencias

Bajo el hechizo del Quebrantahuesos en Buseu

15/08/2022 Autor: Alfonso Polvorinos
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Situación

Lleida

El proyecto Buseu se desarrolla en las montañas del Prepirineo catalán. Lo que fuera un pueblo abandonado abarca hoy un centro dedicado sobre todo al quebrantahuesos, con varios hides y un alojamiento rural. Sostenibilidad y conservación por bandera en este enclave, uno de los pocos, en el que se puede observar juntas a las cuatro especies de buitres presentes en el continente europeo.

Quebrantahuesos alimentándose.
Dos alimoches se pelean ante la mirada del quebrantahuesos, el buitre leonado y el buitre negro; las cuatro especies de buitres europeos.

Alrededor de las 11 h. Jordi Canut cerraba la puerta del hide. Uno de los escondites que Jordi ha dispuesto en esta zona elevada del Prepirineo, en los alrededores del pueblo abandonado de Buseu, para la observación de quebrantahuesos.

En el paisaje de agosto la luz del mediodía no es la mejor fotográficamente hablando, pero el verano trae otras cosas al hide, como es la posibilidad, nada desdeñable, de poder observar juntas a las cuatro especies de buitre presentes en España. Y eso ya es suficiente motivo.

Buseu es uno de los contados lugares en los que poder observar a la vez a los cuatro buitres del continente.

Sobran dedos en una mano para contar los selectos lugares ibéricos en los que es posible contemplar buitre leonado, buitre negro, alimoche y quebrantahuesos de forma simultánea. Buseu está tocado por la varita en este aspecto, pero no es fruto de la casualidad sino del buen hacer y de la colaboración con proyectos cercanos.

Quebrantahuesos adulto.

Buseu y Monachus, dos exitosos proyectos

Buseu limita al sur con la Sierra de Boumort donde, gracias al proyecto Monachus, se localiza la principal población de buitre negro de Pirineos. El proyecto comenzó en 2007 y ha conseguido su objetivo de recuperar la especie en Cataluña y de comunicar las poblaciones ibérica y francesa. La pieza clave del puzzle es Boumort-Alinyà, un lugar estratégico tanto para la población del Pirineo catalán y como para el puente ecológico internacional. Y Buseu contribuye también a la presencia de uno de los Cinco Grandes en el lugar de forma activa, mediante la colaboración con el citado proyecto llevado a cabo por GREFA. A comienzos de junio de 2019 Buseu recibió a dos buitres negros irrecuperables, acogiéndolos en un cercado de aclimatación dispuesto en la finca para su posterior introducción en el cielo prepirenaico. La finalidad es fomentar la creación de un segundo núcleo reproductor en el barranco de Riumajor, donde abundan los pinos laricios que tanto le gustan a la especie para anidar.

Jordi Canut es el artífice principal del proyecto Buseu. En la imagen junto al panel informativo del proyecto Monachus en Buseu.

Me cuenta Jordi que en lo más duro del invierno, cuando el Alto Pirineo se cubre de un espeso manto blanco, los quebrantahuesos bajan a Buseu y se instalan en la zona. Alrededor de medio centenar de ellos, lo que multiplica su presencia al otro lado del cristal espía durante la observación en esa época del año. En el estío no llegan a concentrarse tantos pero, de igual forma, la experiencia es fascinante. Máxime cuando a los siempre fieles (y numerosos) buitres leonados, se suman el buitre negro y el alimoche. El buitre sabio está presente en primavera y verano.

Buitre negro rodeado de leonados.
A 1.450 m de altitud se sitúa esta planicie en la que se realiza el aporte alimenticio para las carroñeras.

Jordi es un referente naturalístico con toda una vida ligada al medio ambiente desde la administración pública y desde 2003, cuando adquirió una casa en el pueblo abandonado de Buseu para sentar las bases de su proyecto, desde el Proyecto Buseu. En años posteriores adquirió el resto de casas en ruinas y los terrenos circundantes, que superan las 230 hectáreas. Buseu conoció otra vida y otros oficios en el pasado, pero hoy en día son Jordi y su hijo Gerard, sus únicos habitantes, quienes han convertido esta aldea del Pallars Sobirá en un pueblo dedicado al quebrantahuesos.

Hide empleado para la sesión que centra este reportaje. Abajo se aprecian las casas de Buseu.

La casa principal de Buseu, fantásticamente rehabilitada, además de la sede del proyecto es una Vivienda de Uso Turístico llamada Casa Felip con capacidad para 8 personas. En Buseu se respira sostenibilidad y autosuficiencia. No hay otra vía de gestión en este enclave alejado y solitario. Jordi apuesta por hacer las cosas bien en este aspecto también. El proyecto sigue creciendo. Ya son cinco los hides dedicados a la observación del quebrantahuesos y el resto de buitres (lo que permite repetir sesión cambiando el ángulo de visión), hace poco se levantó otro escondite dedicado al águila real y cuenta además con un pequeño resguardo ubicado frente a una charca de agua. En el futuro, se recuperarán algunos edificios semiderruidos para otros servicios. La berrea o brama del ciervo pronto será otro de los atractivos ecoturísticos del proyecto Buseu. Y sin salir de su terraza panorámica. ¡Menudo balcón¡

El proyecto Buseu forma parte de la Red de Custodia del Territorio de Catalunya (Xarxa de Custòdia del Territori XCT) y colabora con diferentes proyectos conservacionistas. Es lugar de referencia entre los fotógrafos de estas aves, que se juntan también aprovechando las instalaciones de Casa Felip para talleres y encuentros temáticos. Pero a este tipo de público especializado se unen, cada vez más, ecoturistas de un perfil más generalista. Y a ellos van encaminados los nuevos productos del proyecto Buseu. Un público creciente que se siente atraído por la especie y por este privilegiado enclave ubicado dentro de la Red Natura 2000 y del PEIN Alto Pirineo.

Jordi y Gerard realizando el aporte de comida ante los impacientes buitres.

Hide con protagonistas de lujo: los cuatro buitres europeos

Al otro lado del cristal Jordi y Gerard disponían el alimento en la campa bajo una lluvia de buitres. Gotas de agua de tres metros que tenían que realizar verdaderas acrobacias aéreas para no chocar con sus congéneres en el aterrizaje. ¡Y es que en el cielo de Buseu no cabían más buitres! Si has intentado alguna vez contar aves mientras están dentro de una térmica realizando vuelos en círculo, sabrás que no es el mejor momento para un conteo afinado; para eso hay que esperar a que salgan de la corriente de aire caliente enfilando en hilera el nuevo rumbo, pero con práctica se puede hacer una estimación. Llegué a estimar alrededor de 400-450 leonados en un conteo aproximado. En los días posteriores, recontándolos en las fotografías realizadas me salieron 462. Las muchas horas de contar pajaritos en Tarifa durante los pasos migratorios siempre fueron un buen gimnasio. El mejor. Pero las aves siguieron llegando y con toda seguridad sobrepasaron los 500-550 buitres.

Buitre leonado aterrizando.
Más de 500 buitres nos brindaron ese día un espectáculo inigualable.
Buitres leonados.

En la nube marrón se apreciaba alguna silueta más oscura y otras blancas y negras. Buitres negros y alimoches se sumaban a la fiesta. Incluso un madrugador joven de quebrantahuesos. El alboroto alar actúa como un imán para otros buitres y ponen en la pista a los quebrantahuesos de que algo interesante se está cocinando. Es un claro aviso de ¡comida disponible¡ Y ahora todas esas enormes aves estaban en el suelo, frente a nuestros ojos.

Los primeros quebrantahuesos no tardaron en aparecer.

Ya en tierra, pudimos observar de forma simultánea hasta quince buitres negros y seis alimoches. Los quebrantahuesos no se hicieron esperar demasiado y pronto comenzaron a sobrevolar la zona, realizando pasadas a una altura cada vez más baja. Son los últimos en comer, pero entre el alimento dispuesto para los buitres abundaban las patas de cabra y oveja que constituyen su alimento en estas carroñadas, de forma que no fue preciso esperar a que los otros buitres realizaran su trabajo. Y eso como observadores lo agradecimos, pues apenas veinte minutos después de meternos en el hide, ya se habían posado en el suelo un par de quebrantahuesos.

Son capaces de engullir huesos de tamaño considerable sin necesidad de usar los rompederos.

Dentro del hide nos frotábamos los ojos ante semejante espectáculo. Poco a poco los buitres iban abandonando el escenario a la par que otras siluetas de quebrantahuesos aparecían en el azul del cielo. Definitivamente nuestra atención se centraba a partir de esos momentos en el buitre barbudo. Viendo cómo aterrizaban, cómo despegaban -algunas veces con huesos entre las patas (no llegamos distinguir a ninguno lanzándolo desde las alturas sobre algún rompedero)-, cómo regresaban a por más y sobre todo cómo engullían los restos óseos, algunos de un tamaño realmente considerable. Un verdadero faquir de montaña. Al final de la mañana contamos al menos nueve diferentes, dos de ellos llevaban marcas alares (5L y 2W) y un joven portaba un arnés con radiotransmisor. Jordi me confirmó posteriormente que los adultos marcados eran Viu e Ilargi, respectivamente.

Adulto con su color «original» blanquecino. El color naranja ventral lo adquieren tras tomar baños de barro ferruginoso.

Dos horas y media después el documental había terminado. Quedaban en el suelo aun bastantes huesos, pero la actividad había bajado notablemente. Cuando los últimos actores -cinco alimoches adultos, uno joven y un joven de quebrantahuesos- abandonaron el plató, vinieron a recogernos. Como siempre, una de las máximas en este tipo de observación es no salir del hide antes de que vengan a por ti. Hacerlo echaría por tierra muchos años de trabajo.

De vez en cuando remontan el vuelo portando algún hueso.
Adulto y joven en estos característicos displays aéreos.

Los huesos restantes tendrían entretenidos a los quebrantas durante las próximas horas, especialmente a partir de media tarde. Por nuestra parte, con la sensación de que era imposible superar la observación realizada, regresamos a casa con una buena dosis de momentos para añadir a la memoria naturalística. El hechizo del quebrantahuesos había hecho mella en Buseu. Y con fuerza.

Quebrantahuesos joven.

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