Experiencias

Buitres negros en Mallorca

24/06/2022 Autor: Alfonso Polvorinos
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Situación

Baleares

La Serra de Tramuntana acoge la única población insular de buitre negro del mundo. Solo por eso ya bien merece una visita, pero es que además el paisaje que envuelve al poderoso vuelo de la mayor de las aves europeas crea el ambiente propicio para que no quieras marchar. Para conocer mejor a los buitres negros de Mallorca nos pusimos en manos de la Fundación para la Vida Silvestre Mediterránea y de Tramuntana XXI. Imposible encontrar mejores anfitriones.

Desde algo lejos, el buitre avanza hacia donde estoy. En su planeo, las primarias de la gran rapaz se recortan, abiertas como los dedos de una mano, sobre el azul. Pero es un azul intenso, plateado en algunas zonas por la incidencia del sol, y diferente al azul de un cielo que luce casi despejado, salpicado solo por alguna nube.

Valle de Ariant.

Sigue avanzando hacia la gran roca sobre la que estoy sentado. Incómoda por las múltiples acanaladuras que presenta fruto de la erosión del agua. Los filos de estos canales son extremadamente afilados, cortantes. Es una zona de lapiaz. Pero la principal diferencia respecto a otras observaciones de buitres es el olor a salitre. Huele a mar. Se ve el mar. Y este detalle les hace absolutamente únicos. En ningún otro lugar del planeta existe una población de buitre negro en una isla. Todas las demás poblaciones son de interior.

Buitre negro con el Mediterráneo como telón de fondo.
En 2021 se han censado 332 buitres negros en Mallorca.

Buitres negros insulares

Cuando en 2008 llegaron los primeros buitres leonados a Mallorca derivados por un fuerte temporal, ya estaba allí asentado el buitre negro. Los negros son los primeros buitres en instalarse en la isla hacía tiempo, aunque estuvo a punto de desaparecer en los años sesenta y setenta del siglo XX. No solo esquivó la extinción sino que se ha recuperado hasta alcanzar las 40 parejas reproductoras -que sacan adelante alrededor de 35 pollos cada año- y llegar a una población formada por 332 buitres (censo 2021). En 1983 había 19 buitres negros y una sola pareja reproductora en Mallorca. Datos en consonancia con el cuello de botella sufrido por la especie a comienzos de los 80 cuando apenas quedaban 200 parejas reproductoras en España. La población insular crece a buen ritmo triplicando su número en la última década (123 buitres negros en 2008, cuando llegaron los primeros leonados).

Actualmente ambas especies de buitres comparten isla. Un ejemplo de colonización y adaptación sorprendente por parte de especies situadas en la parte superior de la pirámide trófica en una comunidad ya estructurada (algo que está siendo objeto de estudio). La población de cabras asilvestradas de Mallorca que, en claro aumento, son un verdadero problema especialmente para la flora autóctona son, sin embargo, un salvoconducto para la dieta de estas necrófagas. La caza y descaste de este herbívoro invasor en fase expansiva, proporciona abundantes carroñas a los buitres.

La abundantes cabras asilvestradas son un serio problema para la flora pero fuente de alimento como carroña para los buitres.

Otro dato curioso de una población de buitre negro ya de por si única, es que, en 2020 se citó por primera vez la construcción de un nido sobre roca, cuando se trata de una especie que -hasta esa fecha- cría casi exclusivamente sobre árboles (pinos asomados al mar en lugares escarpados). Esta cita documentada es la única a excepción de una referencia publicada en 1921 de otros nidos en las rocas mallorquinas Y algunos puntuales en Sierra Morena andaluza).

En Mallorca a los buitres les gusta el turismo y deambulan de un lado a otro de la isla sin abandonarla. Su zona de campeo predilecta es la propia Sierra de Tramuntana, que recorren de norte a sur aunque, en el caso del negro- prefiere las zonas más deshabitadas de la mitad norte para criar. Ambas especies realizan frecuentes incursiones en la península de Llevant, donde la montaña también emerge con fuerza. Su ruta favorita es sobrevolar las bahías de Alcúdia y Pollença en un camino de ida y vuelta. ¡Qué buen gusto tienen estas rapaces!

Nido sobre pino carrasco.
Los acantilados marinos son el hábitat del buitre negro en la Serra de Tramuntana.

En la sierra con la Fundación para la Vida Silvestre Mediterránea

Uno de los lugares más importantes para el buitre negro es el valle de Ariant, en la montaña más inaccesible de Pollença. Me acompañan en esta jornada Martín Bestard (responsable de turismo de naturaleza en la Agencia de Estrategia Turística de las Islas Baleares), Rubén Casas (Realizador, director de fotografía y guionista especializado en documentales de naturaleza) y mi hijo Juan, con muy buen ojo para la observación de fauna.

alt="Finca de Ariant"
Finca de Ariant.

Rubén colabora con la Fundación para la Vida Silvestre Mediterránea (FVSM) y entre sus joyas documentales se encuentra “El Archipiélago Indómito” (indispensable para conocer la naturaleza de las Islas Baleares y con planos únicos de los buitres negros de Mallorca) y “Más allá de la miel” (una inmersión en el mundo de las abejas). Un guía privilegiado para compartir jornada de campo.

La FVSM gestiona como propietaria la finca Ariant, donde nos encontramos. Este terreno privado linda con la finca pública de Mortitx. Ambas fincas son el núcleo de la colonia de buitre negro insular, albergando el 80-90% de los nidos.

Mortitx la visité durante una de las jornadas de campo del Encuentro natureWatch Illes Balears celebrado a finales de octubre de 2021. Aquella mañana, la comenzamos en Formentor, donde el imponente mirador El Colomer nos deparó una escena inolvidable protagonizada por una pareja de halcones de Eleonor expulsando de su territorio a un buitre negro mediante vuelos con picados intimidatorios que hicieron huir al gran buitre, notablemente mayor en envergadura que sus agresivos compañeros de acantilado. Fue mi primera observación de buitre negro con el telón de fondo del mar. Había visto cientos de buitres negros pero aquella imagen con el Mediterráneo detrás me cautivó. Durante el resto del día, en Mortitx, fuimos testigos del ir y venir de algunos buitres, que, aunque pasaron altos, completaron una primera toma de contacto reveladora con esta población insular de rapaces.

Una pareja de Halcón de Eleonor y un buitre negro, nos depararon un gran momento a los observadores aquella mañana en El Colomer.
Observando buitres en Mortitx.
Valle de Ariant.

A Ariant vine exprofeso para conocer la labor que la FVSM desarrolla con el buitre negro. No solo aquí, también cuentan con un Centro para la Conservación de la Vida Silvestre Mediterránea (Campanet) y un hide con animales irrecuperables destinados a la educación ambiental y ubicado en el propio centro. Realizan excursiones guiadas interpretativas para observar buitres (fuera de la época de cría) de media jornada y diferente grado de dificultad. Y en Ariant cuentan con un Jardín botánico Mediterráneo.

La FVSM centra sus objetivos en la conservación. Principalmente del buitre negro, pero también del sapo balear, el ferreret, el pez espinoso o la abeja. La educación ambiental y la custodia del territorio son herramientas clave en su día a día. El endémico sapillo balear ferreret y el buitre negro son polos opuestos en cuanto a tamaño pero tienen en común el gusto por las zonas más escarpadas e inaccesibles de la Serra de Tramuntana.

Buitre negro sobre uno de los acantilados rocosos en Ariant.

Y fue en esta visita a finales de abril de 2022 a Ariant donde tuve el primer contacto visual con un nido. Lo vimos desde lejos, a golpe de telescopio. La enorme plataforma del nido la habían construido sobre un robusto pino carrasco que se aferraba al acantilado poniendo patas arriba la ley de la Gravedad. Lo descubrimos siguiendo el vuelo de su pareja, que estaba posaba en un saliente rocoso y de allí voló hasta el árbol. Más tarde vimos algunos buitres más posados en otros salientes rocosos. Apostados a la caída del sol sobre el bucólico valle de Ariant, un par de buitres volaban a baja altura por debajo de nuestra posición y de nuevo con el mar como fondo. Hicieron un escorzo en el aire para extender las patas y descender hasta otro nido, éste fuera de la vista, en algún punto de otro acantilado que caía a plomo sobre el intenso azul marino del Mediterráneo.

EL buitre que nos puso en la pista del nido.
Cae la tarde sobre Ariant, que ofrece además unos atardeceres espectaculares.

Aquella noche, ya en la envolvente comodidad del Agroturismo Can Beneït (¡menudo lugar!) las sensaciones vividas coparon mi mente durante un buen rato hasta caer sumido en un profundo sueño reparador.

Observadores en el mirador de El Colomer.

En las alturas de Mallorca con Tramuntana XXI

Al día siguiente cambiamos de zona para seguir conociendo los buitres negros de la Serra de Tramuntana. Nos dirigimos a la finca privada Son Torroella, la más alta de Mallorca, que se ubica en la falda del Puig Mayor, en el centro de la sierra.

En esta ocasión el anfitrión era el veterano biólogo Joan Juan, quien nos mostró a Martín, a Juan y a mi, las excelencias de la finca que gestiona a través de Tramuntana XXI. Y son muchas.

Son Torrella, además de la finca más elevada de Baleares, es un ejemplo de gestión sostenible por su programa piloto basado en la conservación, la educación ambiental y la investigación. Todo en absoluta consonancia con la filosofía de Tramuntana XXI, una entidad que apuesta por la comunión entre naturaleza y habitantes para conseguir lo mejor de su amada sierra. La custodia del territorio es también clave en su gestión y la gobernanza, el desarrollo rural y la sensibilización ciudadana, son sus ejes de trabajo en favor de la conservación del patrimonio natural, social y cultural de la Serra de Tramuntana.

Son Torrella es una finca muy grande y las probabilidades de observar buitre negro también. Con la sabia opinión de Joan, centramos la visita en dos lugares bien diferentes: por un lado, a los pies de las escarpadas laderas orientales y meridionales del Puig Major y por otro, en la Coma. La cima más alta de la isla (1.436 metros de altitud) está coronada por un enorme radar militar esférico. Cuando la silueta de un buitre negro se recorta en el blanco de esta enorme bola, las dimensiones toman escala. Y vimos unos cuantos.

Cuando la silueta de un buitre negro se recorta en el blanco del radar situado en la cima del Puig Major, las dimensiones toman escala.
Águila pescadora en Son Torrella.

La segunda parada la realizamos en la parte más baja de la finca, en la Coma de Son Torrella donde disfrutamos de lo lindo. Un pequeño valle cercano al embalse de Cúber y enmarcado por cresterías rocosas de gran belleza. La tranquilidad impregna este rincón de la Tramuntana y pocos planes mejores que sentarse en alguna de las muchas rocas que permiten una visión circular del valle para ver pasar los buitres leonados y negros a baja y media altura. Y no solo buitres. Durante las más de dos horas que estuvimos deleitándonos con el vuelo de las necrófagas (decenas de ellas) disfrutamos con la presencia de garzas, milanos, un águila calzada clara, un águila pescadora y un águila de Bonelli. Ahí es nada.

La Coma de Son Torrella.

La pista de tierra por la que nos adentramos caminando en este vallecito ofrece las dos caras de la biodiversidad botánica. Por un lado, la “desnudez” de los encinares, que presentan un estrato arbustivo y herbáceo inexistente. La presión de las cabras asilvestradas acaba con todo y el encinar maduro tiene un verdadero problema para que las jóvenes encinas lleguen a buen puerto. Una seria amenaza para la biodiversidad local generalizada en toda la isla. Por el contrario, disfrutamos con la observación en otros puntos del recorrido de la sutil belleza de las peonías en flor. Ensimismados con el vuelo de los buitres, que parecían multiplicarse a medida que caía la tarde, mientras apuraban como nosotros el camino de regreso a sus zonas de descanso. Y casi sin darnos cuenta el sol fue despidiendo una nueva jornada en la montaña mallorquina. El azul dio paso al naranja.

El impacto de las cabras asilvestradas sobre el sotobosque del encinar es una evidencia y un problema generalizado en la isla.
alt="Peonía en flor"
Peonía en flor.

Tras una exquisita cena en el restaurante Sa Tafona de Alaró, aquella noche cambiamos de alojamiento y dormimos a pierna suelta en el hotel Alaró Natura, una magnífica propuesta en esta localidad a las faldas de la Serra de Tramuntana. Sus propietarios tienen muy claro la filosofía de sostenibilidad y de compromiso con el medio ambiente. Cada habitación lleva el nombre de un árbol Singular de Baleares y me gustó especialmente el detalle de que cada habitación tiene en su interior un árbol y una pequeña regadera. Estos arbolitos al final de año son plantados en honor de todos los huéspedes que se han alojado en esa habitación. Al llegar al establecimiento, te obsequian con una botella de vino local por el simple hecho de alojarte allí. Un guiño más a los productos de proximidad.

Finca Son Torrella y el Puig Major.

Las islas Baleares son la locomotora del tren de la sostenibilidad en España. Pude comprobarlo también a lo largo del recorrido de ecotouring por la Serra de Tramuntana, conociendo de primera mano las iniciativas y el compromiso tanto a nivel privado, como público a través de los diferentes proyectos realizados gracias al Impuesto del Turismo Sostenible. La sostenibilidad por bandera.

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Disfrutando con la observación de aves en Son Torrella, la finca más elevada de las islas Baleares.

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