Experiencias

Cañón del Sil desde sus miradores y crucero fluvial

22/09/2021 Autor: Alfonso Polvorinos
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El Cañón del Sil es impresionante se mire por donde se mire. Y para comprobarlo, hemos recorrido esta maravilla geológica para verlo tanto por arriba, desde sus miradores, como por abajo, a bordo de uno de los cruceros fluviales que navegan este río, uno de los más antiguos de la península Ibérica.

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Panorámica del tramo navegable del Sil.

Cuando uno tiene ante sus ojos por primera vez este cañón granítico y su paisaje de alrededor comprende por qué es uno de los emblemas de la Ribeira Sacra y parte importante de la flamante nueva Reserva de la Biosfera Ribeira Sacra y Serras do Oribio e Courel. Acto seguido comienza a imaginar el duro trabajo de erosión que el río Sil realiza en sus 35 últimos kilómetros de longitud antes de tributar sus aguas al Miño, también dentro de esta enorme Reserva de 306.535 ha. y lo hace seguro sin pensar que en realidad el río no es el responsable directo de tan magno paisaje. No, no se trata de una garganta horadada en origen por la erosión fluvial -aunque el Sil también realiza esta labor- sino que el origen hay que buscarlo en la tectónica. La Orogenia Varisca es la que hace más de 200 millones de años creó el plegamiento del Macizo Ibérico que levantó estos terrenos por encima del mar cuando el resto de la actual península Ibérica seguía bajo el agua.

El meandro granítico desde el Mirador de Cabezoás.

En la zona es posible encontrar restos geológicos de muy diverso origen (materiales de procedencia volcánica o de procedencia de cuencas sedimentarias) y de muy distintas épocas, desde hace casi 500 millones de años los más antiguos (metavulcanitas con sulfuros metálicos en Los Peares o los afloramientos conocidos como “Ollo de Sapo” en el río Mao.

En la Era Terciaria, en periodos geológicos más recientes (entorno a los 70-50 millones de años) el río Sil discurría sobre una planicie muy erosionada, dominada por grandes lagunas conectadas como cuentas de un rosario. La Orogenia Alpina (hace uno 50 millones de años) provoca una fractura en el terreno, en la planicie por donde fluía tranquilo el Sil, y el cauce comienza a encajarse para modelar el cañón que hoy contemplamos.

El Cañón del Sil presenta una parte granítica y unas laderas menos agrestes, con rocas más blandas (pizarras), en las que los viñedos caracterizan este paisaje y producen una uva de gran calidad. Son las Ribeiras dominadas por el vino tanto en el Sil como en el Miño.

Bancales de viñedos.

¿Cómo se formó el Cañón del Sil?

Pero volvamos al comienzo, al del reportaje… y al de los tiempos en los que se formó el cañón. Hace más de 200 millones de años, en tiempos de los dinosaurios (Cretácico) la península Ibérica distaba mucho de ocupar el terreno que hoy ocupa. De hecho, era una simple isla formada por la superficie de lo que hoy es Galicia y el norte de Portugal. En tiempos antiguos el Sil desembocaba directamente en el mar -no era afluente del Miño- como demuestran las gravas de cuarcita que forman las terrazas fluviales del Miño desde Os Peares -donde se unen actualmente ambos ríos- hasta la desembocadura en A Guarda se corresponden con la cuenca superior del Sil y no del Miño. El origen de la cordillera Cantábrica (hace 65-46 millones de años) abrió nuevos valles fluviales y modificó otros ya existentes, como en el caso del Sil, que aumentó su caudal abriéndose paso también por otras zonas.

Mirador de Castro.

Si resulta imponente asomarse a alguno de los miradores del actual tramo rocoso del Sil, donde llega a alcanzar los 500 metros de desnivel en algunas zonas, más lo es pensar que el cauce original del río se encontraba 80 metros más profundo y que la presa de Santo Estevo, que retiene el agua del Sil antes de la confluencia con el Miño, ha represado el río subiendo el nivel de agua casi un centenar de metros en el tramo por donde los cruceros fluviales realizan el recorrido. Aún así, el paisaje es poderoso como pocos.

Paisaje hipnotizador a orillas del Sil…

Los mejores miradores en el Cañón del Sil

Como ocurre en la Ribeira Sacra del Miño, en el tramo del cañón del Sil, mucho más agreste, una sucesión de miradores, a cada cual más estratégico, permiten gozar con la imponente garganta desde mil y una perspectivas. Más altas, a media ladera, más alejadas o colgadas literalmente del abismo, hay miradores para todos los gustos. Aproximadamente 25 para elegir entre el tramo que va desde Ribas de Sil hasta Los Peares y repartidos en ambas orillas. Dos terceras partes de los miradores se localizan en la orilla sur, perteneciente a Ourense, y la tercera parte restante se ubican en la orilla norte, en la provincia de Lugo.

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Balcones de Madrid.

Hay mucho donde elegir y ya os adelanto que resulta complicada seleccionar (para gustos los colores) pero ahí va mi recomendación:

De este a oeste, desde los terrenos más suaves donde dominan los bancales tapizados por viñedos hasta la parte granítica, donde finaliza el cañón, puedes encontrar los miradores más indispensables: mirador da Capela, mirador del Duque, mirador de Cadeiras, mirador de O Boqueiriño y el mirador de A Cividade (no apto para personas con vértigo), todos ellos en la provincia de Lugo, y el geomirador de Louxoá, el mirador Peña de Matacás, Los Balcones de Madrid, mirador de Castro, mirador de Cabezoás y el mirador de Vilouxe, en la parte ourensana.

Desde el mirador de los Balcones de Madrid se observa el final del tramo granítico del cañón.

Cada uno ofrece una perspectiva diferente, así que para no pasar un mal rato teniendo que seleccionar, mejor recorrerlos todos… aunque vamos a darte algunas pistas: En la vertiente de Lugo, el mirador del Duque y Cadeiras destacan por la panorámica más abierta, mientras que el de O Boqueiriño y A Cividade se encuentran en la parte más agreste. El mirador de A Cividade es una vanguardista plataforma que se adentra 30 metros en el vacío y queda suspendida en la parte más vertical de la orilla lucense.

Monasterio de Santa Cristina.

Por su parte, entre los miradores ourensanos, el geomirador de Louxoá ofrece una visión del meandro entre suaves laderas; desde lo alto de las Peñas de Matacás la panorámica de la ribeira con viñedos y bosques es magnífica, como imponente resulta la visión del tramo rocoso desde O Castro (A Mirada Máxica) -junto a los restos de un castro- o Cabezoás (el de más cómodo acceso junto a la carretera y uno de los más visitados). A Los Balcones de Madrid se llega caminando, y se encuentran entre los más afamados en parte por la dura historia de emigración que se esconde tras su nombre. Desde aquí bajaban al río los habitantes locales en busca de un futuro mejor en la capital. Era el primer paso de un largo viaje.

El mirador de Vilouxe es probablemente el más imponente de cuantos existen en la vertiente sur del cañón, ubicado frente a la “curva” más famosa del cañón granítico: el meandro formado por el Cotarro das Boedas.

Embarcadero de Santo Estevo.

Cruceros fluviales del Sil

Y no se tiene una visión completa del río y la maravilla geológica que lo envuelve si no se navega a bordo de alguno de los cruceros fluviales que realizan este recorrido. La mayoría parten (y regresan) del embarcadero de Santo Estevo (Ourense). Es un recorrido de 1 hora y media con una interesante interpretación por parte de los guías. Es cierto que más orientada a la parte cultural, religiosa y vinícola (más vitícola), pero no faltan las oportunas explicaciones geológicas sobre el cañón, su origen e incluso las curiosas formaciones de algunas de sus rocas que solo se aprecian desde aquí abajo.

A ras de agua, se complementa a la perfección la visión desde los miradores.

La navegación recorre la parte más abrupta del cañón, que desde esta perspectiva recuerda por momentos a un pequeño fiordo, y llega -antes de dar la vuelta-, hasta la zona donde la roca desnuda empieza a desaparecer y el verde pasa a dominar las laderas, donde los trazos de bosque dan paso a los viñedos. Desde la cubierta del barco se aprecia con total claridad la pendiente de las laderas donde se cultivan algunos viñedos, que en algunos tramos es del 70-80%. Un cultivo casi vertical, duro donde los halla, que antes se sacaba ladera arriba -por tierra, como se sigue haciendo en la mayoría de los casos- y con la construcción de la presa y la subida del nivel de agua, se empezó a cargar en pequeñas embarcaciones.

El Indio, una de las curiosas formas que adquiere la roca.

Aquí, en la cubierta del barco, me doy cuenta de la enorme magia que encierra estos paisajes, de lo recóndito y apartado de estos lugares que en la Edad Media sedujeron por completo a monjes y eremitas. Les comprendo perfectamente… solo me falta disfrutarlo con una copa de vino en la mano pero eso será más tarde, como despedida a una memorable visita al gran cañón gallego.

Si te has quedado con ganas de más, embárcate en alguno de los cruceros que recorren la Ribeira Sacra del Miño. Excelente complemento.

Desde el barco se descubren nuevos y sugerentes rincones…
El recorrido llega hasta la parte más abierta del cañón.

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