Experiencias

Ronca del Gamo en el Monte de El Pardo

08/09/2022 Autor: Alfonso Polvorinos
  • En familia
  • Mamíferos
  • Turismo accesible

Situación

Madrid

Solapándose con los últimos días de la berrea del ciervo, otro sonido rasga las noches en el bosque ibérico: la ronca del gamo. Habitualmente eclipsado por su hermano el ciervo común o venado, este cérvido de menor tamaño protagoniza otro de los espectáculos naturales más sobrecogedores de la naturaleza ibérica. El Pardo, en las afueras de la ciudad de Madrid, es uno de los lugares “clásicos” para contemplarlo.

 

Después del verano el pelaje empieza a oscurecerse y perder el moteado.

De menor tamaño corporal que el ciervo común y su presencia más restringida en la península Ibérica, el celo del gamo europeo o común no le va a la zaga. Al igual que en la berrea del ciervo, los grandes machos de gamo defienden su harén de hembras con fuertes peleas si es preciso y emitiendo un sonido para llamar la atención de las hembras y advertir a otros machos vecinos de su presencia. Este periodo reproductor suele tomar el relevo a la berrea, alargando hasta bien entrado el mes de octubre (variable también en función de las lluvias y de la geografía) la época de combates y sonidos en el bosque, tornando el sonido del berrido del venado en un ronquido. La ronca es un sonido en principio menos perceptible que el potente berrido del ciervo.

Monte de El Pardo
Macho de gamo venteando.

Además de la diferenciación del sonido, las cuernas en forma de pala -de ahí su nombre común de paleto-, y su característico moteado blanco sobre pelaje pardo-rojizo (en primavera y verano) y dibujo del escudo anal le diferencian del ciervo común. El escudo anal blanco partido por una franja negra es muy útil para diferenciar hembras de ciervo y gamo cuando han perdido el moteado, ya que a medida que se aproxima el invierno el moteado desaparece y el pelaje se torna más oscuro o grisáceo.

Los primeros y últimos momentos del día la actividad aumenta.

El gamo prefiere los bosques caducifolios relativamente húmedos, aunque al ser una especie reintroducida en la península, es más frecuente verlo en zonas de bosque mediterráneo, dominado por encinas y pinos. Es el caso del Monte de El Pardo, uno de los mejores enclaves para la observación de la ronca.

Gamo en el pinar.
Los jabalíes, algunos de enorme tamaño como el de la imagen, son asiduos visitantes de la valla de El Pardo. en la zona de los restaurantes.
El Monte de El Pardo es un excepcional bosque mediterráneo, gestionado por Patrimonio Nacional y se encuentra vallado en su perímetro desde la época de Fernando VI.

Lo habitual en la revista es realizar reportajes sobre actividades de observación realizadas por empresas, de forma que de velar por las buenas prácticas se ocupa –además de la interpretación ambiental y guiado responsable- la empresa ecoturística. En El Pardo la observación es por libre, de forma que con mayor motivo queremos incidir en el buen comportamiento y en la observación responsable de la naturaleza. Esto siempre es fundamental, pero se convierte en vital cuando de observar una especie en un momento tan delicado y expuesto como la reproducción se trata.

Los animales se aproximan a la valla con enorme tranquilidad.
Al fondo, el embalse de El Pardo.

El Monte del Pardo está vallado y gestionado por Patrimonio Nacional. Existen un buen número de zonas sin posibilidad de acceso, pero existen senderos y determinadas zonas de libre acceso donde es posible ver y/o oír la ronca del gamo. La zona de la Presa de El Pardo (desde El Pardo y desde Colmenar Viejo), la senda de Valpalomero, o la senda Peñarrubia son algunas de ellas, aunque la más sencilla, concurrida y célebre entre el gran público que se acerca hasta El Pardo para ver gamos (y jabalíes y ciervos) es la zona de El Convento de El Pardo, donde existen varios restaurantes. Hasta ella llega el visitante interesado pero también el que ha ido a comer o cenar a alguno de los locales (restaurante El Torreón es el principal) y se encuentra con el espectáculo animal en la puerta. Aquí es donde hay que advertir primero que la calma y el silencio brillan por su ausencia e insistir en el buen comportamiento, pues existe la mala práctica extendida de echar cualquier cosa de comer a los animales que se acercan confiados (en exceso) hasta la valla. Es muy buen lugar para el selfie si eres de los que van buscándolo…pero siempre con la valla de por medio.

Un comportamiento humano responsable es clave dada la proximidad de observación.
Buen lugar para la fotografía…

La malla de la valla permite, eso sí, obtener buenas fotografías sin perturbar a los animales, que se mueven entre los ambientes de pinar y encinar. Ten en cuenta que los mejores momentos son el amanecer y el atardecer, así que mejor lleva un trípode o monopie para intentar inmortalizar este espectáculo en condiciones de escasa luminosidad. Fuera de los momentos más concurridos, se trata de un buen contacto con la fauna a las puertas de la capital.

Pareja de gamos en la zona de encinar.
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Senda de Valpalomero.

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