Fotografiando al simpático bigotudo en El Taray
El bigotudo es uno de los pajarillos que despierta más simpatía y que cuenta con un mayor club de fans entre observadores y fotógrafos de aves. Sus características manchas negras a modo de bigotes en los machos, le proporciona un semblante llamativo en un cuerpo delicado. Belleza y simpatía a partes iguales. Elecoturista ha estado en el hide de La Masiega, en la Laguna de El Taray (Toledo), uno de los mejores enclaves ibéricos para contemplarlo, y la experiencia -paseo en barca incluido- bien merece la pena.
La Masiega es uno de los hides dedicados a la contemplación y fotografía del bigotudo, entre otras muchas especies de este humedal castellano-manchego que se ha convertido en referente ecoturístico. Se trata de un hide flotante y eso, ya lo hace diferente. La experiencia comienza realmente con el acceso. Sin duda, uno de los más emocionantes y sugerentes de cuantos he realizado y-me atrevería a decir- de cuantos existen en nuestro país a la hora de llegar a un escondite.
La mañana que lo visité prometía cielo azul, completamente despejado. Eso, en pleno enero y en tierras manchegas es sinónimo de gélido amanecer. Y lo fue. En compañía de los guías de El Taray, muy bien abrigado y ya pertrechado con las botas de agua que facilitan, caminábamos por el borde de la laguna antes de que el sol asomara por el horizonte. El suelo embarrado era en realidad una superficie congelada, dura, teñida de blanco por la escarcha. Los pequeños charcos del terreno albergaban una capa de hielo que cedía bajo las pisadas. Eso algunas veces porque otras, donde la capa era más gruesa, ni siquiera llegaba a ceder.
En cualquier caso, el corto trecho entre el vehículo en el que me acompañaban Francisco y David -los guías- además de otro cliente, y el lugar donde aguardaba la barca (no hay embarcadero como tal), sirvió para desentumecer por última vez las piernas antes de subirnos a la pequeña embarcación y entrar en el hide. Una vez a bordo del bote tradicional de fondo plano, avanzamos por la laguna bajo el sonido de las fochas y la mirada de algún madrugador aguilucho lagunero que realizaba su ronda matinal. La aproximación final al hide, camuflado entre el carrizo, la realizamos con ayuda de la pértiga, la larga vara que permite impulsarse apoyándose en el suelo. Con enorme destreza, Francisco maniobró la barca para ponerla en paralelo a la puerta del escondite. Una pequeña zancada y ya estaba dentro del habitáculo. Un escondite pequeño, solo para un par de fotógrafos. En soledad, la inmersión en el entorno es aún mayor y, en cuanto la embarcación desaparece, la sensación de soledad y relajación en sintonía con la naturaleza es total. Seguramente ayuda saber que estás flotando, en un hábitat muy diferente al tuyo; en el reino de las aves acuáticas y palustres. Maravillosa sensación. Llegados a este punto y antes de que presumiblemente apareciera el primer bigotudo, se puede decir que la vivencia ya había merecido la pena. Todo esto forma parte de la experiencia.
Los bigotudos de El Taray
La península Ibérica ocupa el extremo occidental del área de distribución de la especie, presente en Europa y, sobre todo, en Asia. No es fácil de observar ni son muchos los lugares donde hacerlo en la piel de toro. Los bigotudos crían en la laguna de El Taray, dejándose ver a partir de mayo o junio y permaneciendo todo el verano. El estío es la mejor época para observar a los juveniles, aunque el plumaje no es tan lucido. Es a partir del periodo de muda (octubre-mediados noviembre), cuando los bigotudos lucen sus mejores galas.
El invierno es por tanto quizá la época fuerte para su observación. Por coloración del plumaje y por su número, ya que la población residente se ve reforzada por la presencia de otros congéneres procedentes de lagunas próximas que aprovechan la bien nutrida despensa de El Taray. Los números fluctúan bastante dependiendo del ciclo del humedal y, en consecuencia, del grado de producción de alimento de la laguna de El Taray. En un buen año se han llegado a juntar 300 ejemplares, que visitan el hide en bandos de 50-60 ejemplares. Eso, en la “escala bigotuda”, es un maravilloso espectáculo.
Aquella mañana no se hicieron de rogar. Pude contemplar en repetidas ocasiones de 4-6 bigotudos entrando y saliendo del comedero-bebedero situado frente al escondite. Este movimiento lo realizan con celeridad, sin permanecer mucho tiempo expuestos, para ganar cuanto antes la seguridad del carrizo. Una vez entre las ramas y cañas, parece que ganan algo de pausa, pero no en exceso. Hay que estar vivo para inmortalizar a esta especie, pero esto hace que el cuerpo no se relaje y las sensaciones se multipliquen. Entre el carrizo y los juncos este panúrido se desenvuelve a la perfección y obtener esa foto del macho haciendo el espagat entre dos finas ramas será cuestión de suerte; de que el modelo adopte esta gimnástica postura en algún momento de la sesión y del buen tino del fotógrafo.
Junto al protagonista es posible ver y fotografiar otras muchas especies. La otra estrella del hide de La Masiega, compañero de reparto en este documental acuático, es el pájaro moscón europeo. Este pájaro enmascarado suele contar con 20-30 parejas en la zona y es otro gran aliciente. Otras especies presentes (algunas dependiendo de la época del año) son carricero común, carricero tordal, cetia ruiseñor, ruiseñor pechiazul, mosquitero común, mosquitero musical, carbonero común, herrerillo común, papamoscas cerrojillo, colirrojo real, lavandera boyera, gorrión moruno, petirrojo, tarabilla común, tarabilla norteña, acentor común, bisbita alpino, escribano palustre, buitrón, alcaudón común, azor, urraca, aguilucho lagunero, focha común y polla de agua.
El ruiseñor es otra de las joyas de la corona. Aunque siempre atractiva, los machos de esta especie no lucen en esta época del año el llamativo color azul que le da nombre. Eso será más tarde, y un buen lugar para fotografiarlo con esa librea es la Montaña de Riaño. La empresa AvesHide, que gestiona los escondites de El Taray, también tiene hides en esta zona de la cordillera Cantábrica donde pude fotografiar a los pechiazules y otras aves subalpinas en todo su esplendor. A esta experiencia montañosa le dediqué su correspondiente reportaje.
El hide La Masiega está formado en realidad por dos escondites diferentes (I y II) y la zona donde se sitúan es un área que se inunda periódicamente, ubicada junto al canal de Las Compuertas, en la periferia de la laguna principal de El Taray. Desde la empresa que gestiona la finca trabajan en recuperar la población de bigotudos tras un año durísimo de sequía. Es probable que este año no se llegue a cifras excepcionales, pero a buen seguro que será una de las especies estrella durante el otoño y el invierno en este bello humedal. Te animo a que te acerques a comprobarlo y caer rendido, como yo, a los bigotes de este pájaro inquieto. Un ave que no para de moverse con actividad casi frenética, lo que puede dificultar la obtención de la foto deseada. Bueno, del encuadre deseado, porque la foto (y unas cuantas) te llevarás a casa casi seguro. Y quién sabe, si es tu día de suerte, igual la comadreja viene a visitar este comedero-bebedero inmerso en el carrizal.