Experiencias

Safari fotográfico Picos de Europa y Ruta del Cares

10/05/2022 Autor: Alfonso Polvorinos
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Espectacular recorrido paisajístico -combinando 4×4 y caminata guiados- para conocer el corazón de los Picos de Europa. Un safari fotográfico que rodea el macizo central entre la alta montaña glaciar y la Ruta del Cares en una jornada ecoturística memorable.

El Paisaje es la parte de un territorio que puede ser observada desde un determinado lugar (RAE). Es una visión subjetiva, donde interviene la percepción individual de lo que se contempla. El paisaje geográfico es el aspecto que adquiere el espacio geográfico con los elementos naturales y humanizados.

 

Parada interpretativa en el valle de Valdeón.

Picos de Europa siempre han ejercido una atracción especial en mí. Esa mezcla de paisajes del todo agrestes, duros, con bucólicas postales de majadas y rebaños sobre prados siempre verdes.

Y puestos a escoger una ruta que permita conocer este vasto parque nacional -el primero de la red española- y tener una visión general de los tres imponentes macizos calcáreos que lo conforman, pocos recorridos hay tan completos -me atrevería a asegurar que ninguno- como la ruta circular que muestra la fuerza de los tres macizos, especialmente el central, y sus ecosistemas desde la comodidad y exclusividad de este safari fotográfico.

Alimoche en los Puertos de Áliva.

En una sola jornada solo es posible cubrir el recorrido si se dispone de un vehículo 4×4 y además se cuenta con el permiso del parque nacional para acceder a determinadas pistas que transitan por este balcón permanente sobre las tres provincias y los tres macizos de Picos de Europa. Un balcón con las mejores vistas. La diferencia radica en la exclusividad de poder llegar a lugares emblemáticos del parque y, sobre todo, por la interpretación ambiental con la que el guía de Pronatura envuelve la jornada. Esta empresa de turismo de naturaleza forma parte de la Asociación de Ecoturismo local Ecopicos de Europa.

Chalet Real en los Puertos de Áliva.

Vuelta al macizo central

A primera hora de la mañana, casi al alba, estamos en el punto de encuentro acordado con Fernando, el guía. Partiremos desde el aparcamiento del funicular de Bulnes (Asturias), donde también concluiremos la intensa jornada muchas horas después. Pocas veces intenso no es sinónimo de agotador y ésta es una de ellas. Dormirás a pierna suelta fruto del esfuerzo, no lo vamos a negar, pero la sucesión de experiencias y panorámicas convertirán a la jornada en memorable.

Por delante tenemos geología glaciar y kárstica, etnografía, fauna y flora envidiables. Buen menú. Comenzamos la ruta poniendo rumbo a Sotres, puerta al valle glaciar del Duje, curso fluvial que separa los macizos central y oriental de Picos. Abandonamos el asfalto antes de llegar al pueblo para adentrarnos -ya por pista de tierra de uso restringido- aguas arriba del río Duje. Superadas las bonitas cabañas de los invernales del Texu y las majadas de Vegas de Sotres, la pista sigue subiendo por la loma hasta las inmediaciones del Chalet Real y el refugio de Áliva, donde se encuentra el nacimiento del río ya en suelo cántabro. Es desde aquí desde donde se tiene una visión más completa del marcado carácter glaciar del valle. ¿Uno más? No. Se trata del valle con la morrena glaciar más larga de la cornisa Cantábrica (casi 4 kilómetros de longitud), lo que dimensiona la importancia del lugar. A la par que escuchamos las explicaciones de Fernando, la cámara fotográfica funciona a pleno rendimiento mientras buitres, chovas y algún alimoche pasan a baja altura sobre nuestras sorprendidas cabezas. La brisa de la montaña y el sonido permanente de los cencerros, terminan de poner a flor de piel las sensaciones.

Alto valle del Duje y su impronta glaciar.

La loma por la que hemos ascendido es La Llomba del Toro y geológicamente se trata de la morrena de origen glaciar más larga de la cordillera Cantábrica, formada por la acumulación del hielo glaciar. El lugar es además único también porque solo aquí, en los Puertos de Áliva y el valle alto del Duje, se aprecia la alternancia en el Cuaternario de etapas glaciares e interglaciares. En ningún otro sector de Picos de Europa existen pruebas claras de esto.

Panorámica de los invernales de Igüedri, en Espinama (Liébana).

Recuperado el aliento ante tanta inmensidad, continuamos por la vertiente cántabra para comenzar el descenso a través del robledal de Espinama hasta el circo de Fuente Dé, en la cara sur del macizo central. De nuevo el glaciarismo en estado puro en este inmenso anfiteatro. Si se dispone de más tiempo siempre es recomendable-previa reserva- subir en el teleférico para adentrarse en la roca desnuda de las alturas de Fuente Dé (mirador de El Cable). Si te gustan las aves subalpinas (treparriscos, acentor, gorrión alpino, chovas, etc.) la cita se convierte en obligatoria.

Observación de aves durante la ruta.
La mayor parte del recorrido se realiza por pistas restringidas, un valor añadido a la exclusividad.

El paisaje abierto -que en un día como el de la ruta lució despejado y poderoso- pronto cambia el gris por el verde del tupido bosque de robles que, a medida que la pista (uso restringido) va ganando altura, termina por desaparecer y dar la mano a los prados. Estos terrenos forman parte de las denominadas “Sendas del Mercadillo”, conjunto de veredas y senderos que utilizaban los vecinos de Valdeón para asistir a los mercados ganaderos de Liébana. Las panorámicas sobre la vertiente sur a medida que remontamos el valle del río Ganliján, afluente del Deva, quitan el hipo y se prestan también a múltiples paradas interpretativas. Como la que se realiza al final de la subida en la Horcada Valcavado, entre los Altos de Valdeón. Visión y corazón divididos entre los macizos central y occidental. Tenemos tiempo de charlar sobre plantas carnívoras, osos y lobos. También sobre ganadería.

Subida hacia la Horcada Valcavado.
La interpretación ambiental es un valor diferencial del safari fotográfico.

El descenso se realiza por el leonés valle de Valdeón, hasta el Puerto de Pandetrave y desde aquí a los pueblos de Santa Marina y Posada. Llegamos a otro de los platos fuertes del día: la Ruta del Cares.

Valle del río Ganliján.
El recorrido es un balcón permanente sobre Picos.
La flora, como está orquídea, es otro de los objetivos de la ruta.
Valle de Valdeón y macizo occidental.

La Ruta del Cares

La célebre ruta del Cares, no por concurrida, deja de ser una de las rutas senderistas más espectaculares del continente europeo. La magnificencia del recorrido siempre está ahí, pero lo que podemos cambiar -en función del momento escogido para recorrerla- es hacerla con mayor o menor compañía de excursionistas. Aún así, debe estar en el currículum de todo ecoturista. La diferencia entre una ruta senderista o una ruta ecoturista la pone de nuevo la interpretación que realiza la figura del guía.

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Tramo inicial de la Ruta del Cares en Caín.

La ruta del Cares comienza oficialmente en el pueblo de Posada de Valdeón y se prolonga durante 21 kilómetros desde este pueblo leonés hasta Poncebos, ya en tierra asturiana. Los más afamados y espectaculares son los 12 kilómetros que recorren la segunda mitad, entre Caín y Poncebos. Ahí la garganta del río Cares se estrecha de forma insospechada y su exagerada belleza le ha valido el apodo de “La Garganta Divina”.

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Mirador del Tombo.

Con el 4×4 recorremos la estrecha carretera que comunica Poncebos con Caín, último pueblo leonés. Ganamos tiempo (y piernas) para realizar parada en el mirador del Tombo, rodeado de afiladas crestas calizas, y en el “Chorco de los Lobos”, trampa lobera que data de 1610 y que se encuentra magníficamente recuperada para entender el funcionamiento de este embudo cinegético usado por los vecinos durante siglos contra los cánidos salvajes del monte Corona. Su diseño y el terreno la convertían en infalible.

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Chorco de los Lobos.
La Garganta Divina.

En Caín comienza la ruta a pie. Solo cabe el río y nosotros, además de la estrecha senda. En algunos puntos hay que caminar literalmente por dentro de la roca atravesando arcos y túneles y en otros puntos cambiar de orilla por vertiginosos puentes. Buena parte del trazado transita por terreno cortado, ganado a la roca, y con peligro de caída. Atención. La magnitud del paisaje es soberbia.

Poncebos, marca el final de la ruta. Estamos muy cerca de la estación del funicular de Bulnes, y es momento de tomarlo para realizar un viaje en el tiempo a través de un túnel diagonal de roca que permite aparecer en la aldea más inaccesible de Picos de Europa. Hay otras de difícil acceso, como Tresviso o Camarmeña, pero ambas cuentan con acceso para vehículos.

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Por la Senda del Cares.

A Bulnes solo se llega a pie o a través del funicular, que es en realidad un tren subterráneo. Sidra y queso en mano, es momento de relajarse en alguna de las terrazas de Bulnes para brindar por lo mucho vivido.

Pocos lugares mejores para concluir una jornada inolvidable por el corazón de los Picos de Europa.

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Bulnes de Abajo.

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